viernes, 18 de julio de 2008

LA BESTIA DEL APOCALIPSIS

¿Fué Nerón la Bestia del Apocalipsis?

Para quienes conocen en profundidad el último libro del NT, sabrán que existe una posición mayoritaria entre los especialistas para identificar a la Bestia del Apocalipsis con el emperador Nerón, cuyo nombre estaría incluso mencionado en clave numérica (el 666 ó 616).

"¡Aquí está la sabiduría! Que el inteligente calcule la cifra de la Bestia; pues es la cifra de un hombre. Su cifra es 666". Apocalipsis 13:18 (Biblia de Jerusalén).

Sucede que en el siglo I los números se escribían, no con los signos arábigos tan prácticos que usamos actualmente, sino con las letras del alfabeto (sea en hebreo, en griego o en latín). De modo que cada letra tenía un valor numérico, y se entiende entonces como es que un nombre podía ser escrito en clave numérica al sumarse el valor de sus letras.

La cifra 666 puede ser resultado de la suma de los equivalentes numéricos de las letras del término hebreo 'NRWN QSR' que significa 'César Nerón':

50+200+6+50+100+60+200=666

Nero Claudius Caesar Augustus Germanicus. Gliptoteca de Munich.
Y todo apunta que Nerón fue la Bestia por antonomasia, según lo vieron los cristianos del siglo I. En efecto, fue dicho emperador quien desató la primera y más despiadada persecución contra los cristianos de Roma (año 64 y siguientes), y entre cuyas víctimas se encontraron los apóstoles Pedro y Pablo. La crueldad demostrada por Nerón durante esta persecución fue espeluznante, tal como lo relata el historiador Tácito en sus Annales: forraba a sus víctimas con pieles de animales y los entregaba para ser devoraba por las fieras; a otros los amarraba a postes, los cubría de pez (sustancia parecida a la brea) y los prendía fuego para que sirvieran de antorchas durante la noche. Se ha querido ver también una identificación indirecta de Nerón con el Anticristo (es decir aquel personaje que se opone a Cristo y los cristianos) en algunas epístolas del NT, como en una de Pablo, cuando éste menciona que "ya está en acción el misterio de la iniquidad; solo que hay quien al presente lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de en medio." (2 Tesalonicenses 2:7). Aunque Pablo no usa la palabra Anticristo, es indudable que se refiera al mismo ser que es mencionado también en las epístolas de Juan (1 Jn. 2.18, 22; 4.3, 2 Jn. 7). Se ha discutido si realmente esa 2° epístola a los Ts. es de la autoría de Pablo o si lo escribió un discípulo suyo después de su muerte; aceptándose la autoría paulina, debió ser escrita poco después del año 50 ó 51. Nerón subió al poder en el año 54, cuando aun era adolescente, merced a las intrigas de su madre Agripina la menor, quien hizo envenenar a su esposo, el emperador Claudio. Nerón tuvo que librarse de la tutela materna y de sus preceptores Burro y Séneca, antes de tomar en sus manos omnímodamente las riendas del poder, en el año 62. Se puede decir que fue en ese año, con la muerte misteriosa de Burro y el alejamiento de Séneca, cuando la Bestia se libró de sus últimas ataduras. Poco después ocurría el incendio de Roma, hecho del que se acusó a los cristianos, lo que motivó la persecución (año 64). ¿Acaso Pablo profetizó esa persecución, cuando dijo, muchos años antes, que se hallaba ya en marcha el "misterio de la iniquidad" o el "plan secreto de la maldad"? Lo cierto es que ese versículo del 2 Ts. ha tenido, desde entonces, las más variadas interpretaciones.


El problema de la fecha de redacción del Apocalipsis.

Ahora bien ¿esto quiere decir que el Apocalipsis fue escrito antes o durante el reinado de Nerón (años 54 al 68)? Pues no: la mayoría de especialistas concuerdan en que fue escrito hacia fines del siglo I (reinado del emperador Domiciano, que finalizó en el año 96), ratificando así lo que ya había sido categóricamente afirmado por varios autores cristianos antiguos, como Ireneo y Eusebio de Cesárea. Por tradición se atribuye su autoría al apóstol Juan, quien tuvo esta revelación durante su presidio en la isla de Patmos, adonde fuera confinado durante la persecución anticristiana desatada por Domiciano. Aunque una posición minoritaria sostiene que fue escrito poco tiempo después de la muerte de Nerón (año 69 o comienzos de los años 70).

La pregunta inevitable sería ¿por qué el autor del Apocalipsis vaticina a la Bestia, como alguien que aún no aparecía y lo identifica con Nerón, si en realidad este emperador había ya muerto al momento de escribirse dicho libro? La verdadera Bestia debió ser el emperador Domiciano, en cualquiera de los dos hipótesis, tanto la que afirma que la profecía fue escrita después de haberse cumplida, hacia los años 90 (como es por lo general la posición de los especialistas, por lo general escépticos en esta cuestión de profetizar el futuro) o la otra que dice que fue escrita en los años inmediatamente siguientes a la muerte de Nerón (después del 69), mucho antes de su cumplimiento.

Pero en cualquiera de los dos casos ¿qué tiene que ver Nerón? ¿Por qué mencionar su nombre en clave numérica, si ya para ese momento dicho emperador ya había pasado a mejor vida?

Nerón, el prototipo de la maldad humana jamás vista.

Para dar alguna luz a este intrincado problema, empecemos leyendo Ap. 17.9-11:

"Esto, para la mente que tenga sabiduría: las siete cabezas son siete montes sobre los cuales se sienta la mujer, y son siete reyes. Cinco de ellos han caído; uno es y el otro aún no ha venido, y cuando venga deberá durar breve tiempo. La bestia que era y no es, es también el octavo, y es uno de los siete y va a la perdición". Versión Reina-Valera-95

A partir de ahora desarrollaré la hipótesis según la cual el Apocalipsis fue escrito poco después de la muerte de Nerón, o sea por el año 69 o años inmediatos. Yendo al pasaje citado, los siete montes se identifican claramente con Roma y los siete reyes vendrían a ser los emperadores romanos: los cinco que "han caído" serían Augusto, Tiberio, Calígula, Claudio y Nerón. Esto sería indicio de que el libro se escribió poco después del reinado de Nerón, aunque no se podría identificar con precisión el emperador al que se refiere como "uno es" (o sea el que gobierna en ese momento). Sabemos por historia que tras la muerte de Nerón el imperio cayó en anarquía y los generales romanos se disputaron el trono: el año siguiente (68-69) es conocido como el año de los 4 emperadores, pues pasaron por el poder Galba, Otón y Vitelio, hasta que en el 69 Vespasiano se hizo del poder y fundó una nueva dinastía, la flaviana. Si se prescinde de los gobiernos efímeros del año 69 y se tiene en cuenta solo a Vespasiano, este sería el sexto emperador en cuyo tiempo se escribió el Apocalipsis. Vespasiano reinó entre los años 69 al 79 y le sucedieron sucesivamente sus hijos Tito (79-81) y Domiciano (81-96)

Continuando con el pasaje misterioso de Ap. 17.9-11, se habla de un sétimo rey o emperador que "aun no ha venido" y cuyo reinado durará poco, el cual sería Tito, que solo reinó dos años, pero lo más inquietante viene a continuación cuando menciona a un octavo rey que en realidad sería uno de los 7 anteriores: "La bestia que era y no es, es también el octavo, y es uno de los siete y va a la perdición". ¿El autor del Apocalipsis vaticinaba acaso que uno de los emperadores anteriores (supuestamente ya muertos), volvería otra vez a la tierra a recuperar el poder? Curiosamente, uno de las leyendas que tuvo mucha difusión por aquellos años era que Nerón no había muerto sino que había escapado de Roma y se hallaba refugiado en algún lugar oculto de Oriente, esperando el momento oportuno para volver al poder. Algunos incluso se hicieron pasar por Nerón. ¿El autor del Apocalipsis se hacía eco de esta leyenda popular?

¿O es que en realidad era solo un simbolismo para decir que aquel octavo emperador que vendría sería igual de cruel y sanguinario con los cristianos como lo había sido Nerón? Coincidentemente, esta última suposición encaja perfectamente con Domiciano, el hermano y sucesor de Tito, el cual vendría a ser el octavo emperador, de acuerdo a nuestra interpretación particular que estamos dando a ese pasaje de Apocalipsis. En efecto, Domiciano fue un tirano que por su conducta hacía recordar a Nerón (incluso se le apodó el "Nerón calvo", aludiendo a su acentuada calvicie); entre otros hechos se recuerda por ejemplo que exigió a todos sus súbditos que se le llamase dominus et deus, señor y dios. Igualmente persiguió a los cristianos ya no solo en Roma, sino en todo el Imperio. Algo que ni el mismo Nerón se había atrevido hacer (aunque a decir de Orosio, hubo mártires de la persecución neroniana en España). Al igual que Nerón se hizo también odioso a los nobles romanos y oficiales del ejército, y al final sucumbió víctima de una conspiración palaciega. Su reinado duró 15 años, coincidentemente casi el mismo tiempo del reinado de Nerón.

Sin embargo, la hipótesis de que el Apocalipsis fue escrito por los años 69-70, se enfrenta a una serie de dificultades que más adelante trataré. También ocurre lo mismo con la identificación del 666 ó el 616 con Nerón. De todos modos, de ser correcta la identificación del número de la Bestia con la figura de dicho emperador, como la mayoría de especialistas lo sostienen, resulta evidente que Nerón había marcado tan fuertemente en la memoria de los cristianos, quienes aun después de su muerte lo mencionaban como el prototipo de la maldad humana nunca antes vista. Los lectores de esa época del Apocalipsis sin duda entendían muy bien el significado del lenguaje figurado del autor.

El Mito del Nerón "redivivo"

No solo entre los cristianos, sino también entre el pueblo romano el recuerdo de aquel emperador tan pródigo con la clase baja o lumpen, a quien dio pan y juegos de circo a manos llenas, quedó perennizado durante muchas generaciones en forma de un mito, el del "Nerón redivivo". Y como era de esperarse tal creencia no dejó de ser usada políticamente. Los historiadores romanos cuentan que en años posteriores a su muerte hasta tres aventureros se hicieron pasar por Nerón:

- En marzo del año 69 apareció un "falso Nerón" causando agitación en Acaya (Grecia). Fisicamente se parecía Nerón; incluso cantaba y tocaba la lira como éste. Algunos desertores del ejército romano lo siguieron para apoyarle. Al final terminó por ser asesinado por marineros al servicio del Imperio.

- El segundo "falso Nerón" apareció en Asia entre los años 79 al 81. Su verdadero nombre era Terencio Maximo. Tomando la identidad de Nerón, decía que había escapado de los soldados enviados a ejecutarlo, que había vivido escondido desde entonces y decía que los partos lo recibirían con los brazos abiertos por haber sido él quien les devolvió la Armenia. Se trasladó hacia el oriente, ganando adherentes, pero fue descubierto y muerto.

- El tercer "falso Nerón" se presentó en Partia alrededor del año 88. Casi nada se sabe acerca de él sino solo lo que cuenta el historiador Suetonio, quien aseguró que muchos partos lo honraron, y que a duras penas el gobierno romano logró que lo entregaran. El mito neroniano continuó vivo aun siglos después. San Agustín, en su célebre "Ciudad de Dios", escrita entre los años 413 y 426, comentaba que en su época había personas que creían que Nerón "no fue asesinado sino escondido para que lo tuviesen por muerto, pero que aún vive oculto, con el mismo vigor que tenía en el tiempo cuando supuestamente fue muerto, `a fin de que a su debido tiempo se manifieste', y sea restaurado en su trono. En lo que a mi me concierne, estoy muy maravillado de la gran credulidad de quienes aventuran tales conjeturas" (De Civitate Dei 20. 19. 3).
Incluso de entre la gran mayoría para quienes Nerón si había muerto, no faltaron quienes decían ver el espíritu del difunto vagando por los alrededores del lugar donde se creía había sido sepultado. Su tumba pasó a ser el centro de reuniones de hechiceros y brujas de toda la ciudad, quienes buscaban inspiración a sus conjuros a través del espíritu de Nerón. Se dice que incluso nació un nogal encima del aquel lugar y en él encontraban refugio todo tipo de espíritus y demonios, según la creencia popular. Este culto aquelárrico no sería desterrado sino unos mil años después, cuando el papa Pascual II ordenó desenterrar los restos que supuestamente eran del emperador, los cuales fueron arrojados al Tíber tras un ritual de exorcismo. Pero ni aun así el espectro del emperador dejó de atormentar a los mortales, según algunos habitantes de Roma contaron después.

El Apocalipsis debió ser escrito en tiempos del emperador Domiciano.


Titus Flavius Domitianus. Museo Arqueológico, Sevilla

Como ya quedó dicho, la teoría de que el Libro de Apocalipsis fue escrito poco después de la muerte de Nerón (años 69 al 70), no goza de acogida entre los especialistas. Por tradición se considera que fue escrito por el apóstol Juan durante su presidio en la isla de Patmos, durante la persecución desatada por el emperador Domiciano, hacia el año 90 d. de C. La mayoría de eruditos están de acuerdo con dicha fecha, pero no así en atribuírsele su autoría al apóstol Juan, quien para entonces debería estar ya en avanzada edad, por lo menos bordeando los 90 años. Dichos especialistas no creen posible que el autor del Apocalipsis sea el mismo autor del Evangelio de Juan, debido a los distintos estilos, ya que en muchos aspectos el uso del griego (idioma en que originalmente fueron escritos dichos libros) resulta ser radicalmente distinto al compararse ambas obras. Se ha dicho incluso que el autor del Apocalipsis utiliza un tipo de griego diferente del que jamás hombre alguno haya usado. Pero resulta también que muchos eruditos tampoco creen que el apóstol Juan sea el autor del Evangelio de su nombre, de modo que no se podría entonces hacer comparaciones pues no se tiene como referente una obra a la que se pueda considerar genuinamente joanina. En todo caso, la tradición cristiana siempre ha considerado los cinco escritos joaninos del NT (aparte del Evangelio y el Apocalipsis, las tres epístolas de Juan) como obras de un mismo autor que sería el mismo discípulo "amado de Cristo".

Ahora bien, si bien el libro del Apocalipsis no menciona fecha de su redacción ni alude a acontecimientos históricos específicos, nos da en cambio ciertas indicaciones de tipo general que nos permite suponer que fue escrito en un período muy posterior al de Nerón. Por ejemplo, en una de las cartas a las siete iglesias de Asia habla de ciertos grupos de cristianos cuya espiritualidad iba declinando. Bajo el reinado de Nerón, la Iglesia era todavía muy joven y vigorosa, como que en el corazón del imperio formaba ya una comunidad llena de energías y en plena expansión. Treinta años después, bajo Domiciano, es mucho más posible que estuviera evolucionando y comenzando a decaer, más que nada por el surgimiento de apóstatas o herejes. De modo que, de acuerdo a la información que poseemos, es más conveniente fijar la redacción del libro del Apocalipsis durante el reinado de Domiciano (hacia el 90), y no bajo Nerón o unos años después de la muerte de este emperador (68). Domiciano sería en realidad la "Bestia del Apocalipsis", aunque no se le mencione ni se le aluda directamente. Solo en una clave numérica equiparándole con el ya difunto Nerón, con quien, asombrosamente, tuvo muchas coincidencias, como ya quedó explicado anteriormente.

La persecución de Domiciano contra los cristianos.


¿Por qué desató Domiciano la persecución contra los cristianos? Sin duda debido a la negativa de estos de adorarlo como Dominus et Deus, "señor y dios". Es probable también que originalmente la persecución estuviera dirigida contra los judíos: al no existir ya el Templo de Jerusalén (destruido en el año 70), Domiciano había decidido que todos los judíos debían enviar a las arcas imperiales la ofrenda anual que antes mandaban para el templo de Jerusalén. Cuando algunos judíos se negaron a hacerlo o mandaron el dinero al mismo tiempo que protestaban que Roma no había ocupado el lugar de Jerusalén, Domiciano empezó a perseguirles y a exigir el pago de la ofrenda. Puesto que todavía no estaba del todo claro en qué consistía la relación del judaísmo con el cristianismo, los funcionarios imperiales empezaron a presionar a todos los que practicaban "costumbres judías". Así se desató una nueva persecución que involucró a judíos y cristianos, por igual.

La tradición cristiana testimonia la persecución de los cristianos bajo el reinado de Domiciano, la segunda que se realizó, habiendo sido la primera la de Nerón. Eusebio de Cesarea, en su "Historia Eclesiástica" dice: "(Domiciano) fue el segundo que instigó la persecución contra nosotros, aunque su padre, Vespasiano, no había concebido nada insólito contra nosotros". (Libro III, cap. XVII). El historiador de la Iglesia cuenta también que por ese tiempo el apóstol Juan fue confinado en la isla de Patmos, en la costa del Asia Menor, donde escribió la Revelación o el Apocalipsis como un mensaje a sus hermanos sufrientes. Eusebio relata también (basándose en Hegesipo), como Domiciano ordenó aniquilar a la familia del rey David, o sea a quienes podían reclamar ser de la realeza judía, y que, aprovechando esta situación, unos herejes acusaron a unos nietos de Judas (hermano carnal de Jesús), como descendientes de David y emparentados con el mismo Cristo. Domiciano llamó a su presencia a tales parientes de Cristo y los interrogó severamente. Aquellos hombres confesaron ser descendientes de David y de estar emparentados con el Cristo de los cristianos, pero que no poseían mayor fortuna y que vivían de su trabajo, y para demostrarlo enseñaron sus manos llenas de callos. Interrogados luego sobre Cristo y su reino, y cuando aparecería, algo que a Domiciano sin duda le inquietaba, explicaron que no se trataba de un reino de este mundo, sino de un reino celestial, y que debía tener lugar en el fin de los tiempos. Terminado el interrogatorio, Domiciano los dejó ir, pues los menospreció como gente vulgar y supersticiosa, y decidió abruptamente poner fin a la persecución contra los cristianos, permitiendo incluso volver a los desterrados (Libro III, cap. XX).

Otros escritores cristianos afirman también que durante esta persecución muchos sufrieron el martirio, y una carta escrita por el obispo de Roma Clemente a la iglesia de Corinto poco después de la persecución se refiere a "los males y pruebas inesperados y seguidos que han venido sobre nosotros" (Primera Epístola de San Clemente a los corintios). ¿Qué nos dicen las fuentes paganas sobre aquella persecución desatada por Domiciano? Es muy importante tenerlas en cuenta pues actualmente algunos fanáticos anticristianos, en su enfermiza odiosidad han llegado al extremo de negar las persecuciones, tan igual como hoy algunos neonazis hacen lo mismo con el holocausto. Si bien no abundan en mayor información, si hay datos muy importantes. El historiador griego Dión Casio, en el libro 67 de su Historia Romana afirma que bajo Domiciano fueron acusados y condenados "por ateísmo" (ateótes) el cónsul Flavio Clemente (primo hermano del emperador) y su mujer Domitila, y con ellos muchos otros que habían adoptado "costumbres judías". Puesto que los cristianos adoraban a un Dios invisible y se negaban a rendir culto a los dioses paganos y a la divinidad del emperador, por lo general los paganos les acusaban de ser ateos. Por tanto, es harto probable que Flavio Clemente y su esposa hayan muerto por ser cristianos. Así también lo consigna Eusebio de Cesárea en su obra histórica (Libro III, Cap.18 ). Aunque es improbable que este Flavio Clemente sea el mismo Clemente de Roma, el obispo de Roma en ese entonces (el cuarto papa), aunque podrían haber sido parientes. Suetonio en su "Vida de los Césares" (Domitianus, xv), dice también que Domiciano castigó con la muerte a Flavio Clemente, solo basado en una "ligerísima sospecha".


Álvaro S. Chiara G.

martes, 8 de enero de 2008

LAS TINIEBLAS DEL DIA DE LA CRUCIFIXION


Tres evangelistas (Mateo, Marcos y Lucas) atestiguan que durante la crucifixión de Jesús, las tinieblas cubrieron la tierra durante tres horas.


Mateo 27.45 "Desde la hora sexta hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora nona"


Marcos 15.33: "Llegada la hora sexta, hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora nona".

Lucas 23.44: "Era ya cerca de la hora sexta cuando, al eclipsarse el sol, hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora nona".


El oscurecimiento se produjo “entre la hora sexta y la hora nona (o novena)”, es decir entre el mediodía y las tres de la tarde, ya que los judíos contaban las horas desde la salida del sol (a las 6 de la mañana). Inmediatamente después Jesús expiró, y se rasgó de arriba a abajo el velo del Santuario (es decir la cortina que separaba el lugar santo del Templo del Lugar Santísimo o Sancta Sanctorum, donde el Sumo Sacerdote entraba solo una vez al año). Mateo es el único que añade que hubo un gran temblor que hizo partir las rocas y abrir los sepulcros, volviendo a la vida “muchos santos”.

Sin duda los evangelistas consideraban que aquellas tinieblas fueron un cumplimiento de la antigua profecía de Amós:
“Aquel día, dice Jehová, el Señor, haré que se ponga el sol a mediodía: cubriré de tinieblas la tierra en el día claro” Amós 8.9

Hay quienes consideran que dicho relato de los prodigios que ocurrieron durante el día de la Crucifixión son solo de naturaleza alegórica: las tinieblas y el terremoto (de los que no se ha conservado registro documental confiable fuera de la Biblia) serían solo una manera de hacer comprender a los lectores la gran intervención de Dios en el mundo, y el velo rasgado (suceso del que no se menciona nada en la literatura judía) sería un símbolo del libre acceso a Dios logrado por la muerte de Cristo. Pero existen algunos indicios que nos indican que las “tinieblas del día de la crucifixión” podrían ser más que una simple metáfora.

No fue un eclipse de Sol

Jesús murió durante el tiempo de la Pascua Judía (Mateo 26.2), que eran días de luna llena o plenilunio. Según las leyes naturales, los eclipses de sol no ocurren cuando la luna se encuentra en el lado de la tierra que está opuesto al del sol. Por lo tanto, no se puede afirmar que las tinieblas que hubo sobre la tierra en el momento de la muerte de Jesús, hayan sido un eclipse natural de sol. Además, aun si un eclipse natural de sol hubiera sido posible, habría durado sólo unos minutos; no tres horas. El oscurecimiento tendría entonces solo una explicación milagrosa. Modernamente se ha querido identificar tal misterioso fenómeno con una tormenta de arena que coincidentemente suele asolar Judea por los días de abril, es decir en el mes de la crucifixión de Jesús. Pero al ser este un fenómeno natural muy conocido en Tierra Santa no se entiende como los escritores evangélicos no la mencionasen claramente y solo hablen de las tinieblas.

Lo que dicen los apologistas cristianos de los siglos II y III

Lamentablemente la mayor parte de los libros históricos de autores romanos y griegos, así como de judíos que relataban sucesos ocurridos durante el siglo I se han perdido. Es por eso que los testimonios sobre la historia de Palestina de los tiempos de Jesús sean tan escasos; apenas contamos con la obra de Flavio Josefo, quien hace una mención breve de Cristo, la única mención en una obra no cristiana del siglo I, aunque se considera editada por algún copista cristiano. Esto ha sido usado como argumento por algunos para dudar de la existencia histórica de Jesús, aunque hoy por hoy ningún historiador serio asume tal posición extrema, al considerar que los Evangelios por si solos son suficientes para fundamentar la historicidad de Cristo.

Pero sabemos que existieron otros historiadores antiguos, entre paganos y judíos, que indudablemente debieron mencionar a Jesús y a los acontecimientos relacionados con su vida y muerte; los apologistas cristianos a partir del siglo II nos dan algunos indicios de la existencia del testimonio de dichos historiadores de los que por desgracia no conservamos sus obras; asimismo, hacen alusión a documentos y anales oficiales referentes al proceso y la muerte de Jesús, que lamentablemente también se han perdido.

Tertuliano por ejemplo, quien era un notable erudito cristiano y de quien consta que leyera muchísimas obras paganas, consideraba verídica la historia de las tinieblas y en una de sus obras afirmaba:

“Al momento de la muerte de Cristo el sol se oscureció en la mitad de su carrera” y dirigiéndose a los paganos añadía: “Téneis en vuestros archivos el relato de este suceso” (Apología, 21, 20). Archivos que por desgracia se perdieron.

Un mártir cristiano del siglo IV, San Luciano de Antioquía, hablaba así al juez sobre la divinidad de Jesucristo :

“Os cito por testigo al sol mismo que, al ver el crimen de los deicidas, ocultó su luz en la mitad del día. Registrad vuestros anales y encontraréis que en tiempo de Pilato, mientras el Cristo sufría, el sol desapareció y el día fue interrumpido por las tinieblas.”

Orígenes, otro erudito cristiano, en su célebre tratado “Contra Celsum” señala que un escritor romano, Flegón o Flegonte Tralliano (1) del siglo II, hizo referencia sobre las misteriosas tinieblas y el terremoto del día de la crucifixión:

“Sobre el eclipse acontecido en tiempo de Tiberio César, bajo cuyo imperio parece haber sido crucificado Jesús, y sobre los grandes terremotos de entonces, escribió Flegón, creo que en el libro trece o catorce de su Crónica” (II, 33).

“… (Celso) tiene por fantasmagoría lo del terremoto y las tinieblas. A esto respondimos ya anteriormente (II 14,33), según nuestras fuerzas, alegando a Flegón, que cuenta haber acaecido esos fenómenos al tiempo de la pasión de Jesús” (II, 58 ).

La obra de Flegón a la que alude Orígenes era una Historia de las Olimpíadas, que estaba dividida en 16 partes, de la que apenas se ha conservado un pequeño fragmento; por cierto que de los libros 13 y 14 no ha sobrevivido nada y por lo tanto no tenemos absoluta certeza de lo afirmado por Orígenes. Sin embargo no deja de ser inquietante que en otra parte de su libro Orígenes afirme lo siguiente:


“Flegón, en el libro trece o catorce (creo) de su Crónica', atribuyó a Cristo presciencia de algunos acontecimientos futuros” (II, 14).

¿Estamos ante un historiador pagano que menciona a Cristo y los portentos que rodearon a su persona? Lo cual sería sin duda un hecho extraordinario.

Muchos consideran que estas afirmaciones de los apologistas cristianos no son de fiar ya que por ser cristianos habría un claro interés para favorecer su causa, y que bien pudieron aludir sucesos históricos referentes a eclipses y terremotos reales pero haciéndolos encajar a la fuerza con la fecha de la crucifixión (la cual por lo demás, aun hoy no ha sido plenamente fijada ya que existe la disputa entre el 7 de abril del año 30 ó el 3 de abril del año 33, para mencionar solo las fechas más aceptadas). Se considera por ejemplo, que la oscuridad que en tiempos de Tiberio cubrió el mundo y que al parecer causó tanto espanto fue en realidad un eclipse total de Sol que ocurrió el 24 de noviembre del año 29, y que los escritores cristianos debieron confundirla con las tinieblas del día de la crucifixión. Pero no se toma en cuenta que tanto Tertuliano como Orígenes se dirigen a un público más culto y letrado, entre los que se contaban los historiadores paganos de su época, a quienes como es de suponer no se les iba a sorprender de esa manera tan burda. Además como ya quedó dicho desde el comienzo, al haber ocurrido la crucifixión en tiempo de la Pascua judía (o sea en plenilunio o luna llena) no podía ocurrir un eclipse de sol: asimismo, los eclipses suelen durar solo minutos y no horas.

Sobre aquel eclipse del año 29, algo debió comentar el historiador Tácito en sus Anales, que como su nombre lo indica es un relato de año por año de los reinados de los emperadores romanos desde Tiberio hasta Nerón. Pero curiosamente existe una gran laguna en el manuscrito de la parte que corresponde a casi todo el año 29, todo el año 30, hasta muy avanzado el año 31, precisamente el tiempo dentro del cual se suele situar la pasión y muerte de Cristo.

Thallos el Samaritano

Pero la alusión de Flegón Tralliano al parecer no es la única hecha por un escritor no cristiano sobre las misteriosas tinieblas del día de la Crucifixión. Un escritor bizantino del siglo VIII-IX, Jorge Sincelo (Syncellus), autor de una crónica del mundo que abarcaba desde la Creación hasta los días de Diocleciano, cita a un historiador helenista cristianizado del siglo III, llamado Sexto Julio Africano (2), quien mencionaba dicha oscuridad corrigiendo a otro historiador más antiguo, el samaritano Thallos o Talo (siglo I), quien equivocadamente creía que se trataba de un simple eclipse de Sol:

“Hubo tinieblas en todo el mundo, produciéndose la más espantosa oscuridad. Muchas rocas quedaron partidas por la mitad debido al terremoto y muchos lugares en Judea y en otros distritos fueron derribados. Me parece poco razonable que Talo, en el tercer libro de sus historias, intentase justificar estas tinieblas como si hubieran sido debidas a un eclipse solar, puesto que los judíos celebraban la Pascua en el día 14, según la luna y la muerte de su Salvador cae en el día anterior a la Pascua. Pero un eclipse solar es algo que solo se puede producir cuando la luna se encuentra debajo del sol, así que ¿cómo era posible que se hubiese producido un eclipse cuando la luna se encontraba justo delante del sol?” (Julius Africanus, Historiae lib. III).

De Thallos o Talo el samaritano (3), sólo conocemos con certeza que escribió después del año 52 d.C. una historia universal en tres tomos, llamada Historia Siríaca, en idioma griego, que se perdió casi en su totalidad, aunque algunos fragmentos se han conservado por las citas que hicieron algunos autores antiguos y medievales. De acuerdo al contexto en que lo cita Julio Africano, se entiende que Thallos hizo referencia a Jesús y su crucifixión con lo cual estaríamos ante el testimonio más antiguo sobre Cristo, que podamos encontrar fuera del Nuevo Testamento en autores no cristianos. El problema radica en que al no contar con dicha obra de Thallos, no podemos saber cuán confiables puedan ser los datos brindados por los historiadores cristianos. Hay quienes lo descartan de plano por considerarlas parcializadas y hasta inventadas, pero hay mucha razón para no asumir una posición tan drástica. De ser cierto el testimonio de Thallos, ello nos daría el indicio de que la narración de la pasión de Cristo ya era conocida hacia el año 50 entre los nobles romanos, tan conocida, que Thallos, que era samaritano, pensó que se debía impugnar la interpretación de los cristianos, dando una interpretación racional, en este caso como un eclipse de sol lo que aquellos consideraban un portento divino. Es por eso interesante comprobar que a Thallos no se le ocurrió negar el acontecimiento, lo cual indica que debía tratarse de un suceso bastante comentado y notorio.


Para finalizar
Hay quienes consideran que no se debería buscar alguna interpretación racional a hechos que fueron a todas luces milagrosos, y que solo por fe el cristiano debería convencerse de que en realidad ocurrieron. Hace apenas 90 años en Fátima 70 mil espectadores vieron un fenómeno solar que no lo vió ni detectó algún instrumento fuera de esa zona. Los científicos negaron lo que miles de ojos vieron aquel día y se quiso explicar el hecho con la teoría descabellada de las "alucinaciones masivas" (al ser la alucinación algo muy subjetivo no podría ser darse en forma masiva). Hace cerca de 2000 años en un mediodía soleado de pronto la oscuridad cubrió la tierra, tal vez solo en Judea y alrededores, durante tres horas, como si la naturaleza se cubriera de luto por el sacrificio del Hijo de Dios, que en esos momentos agonizaba en la cruz… un fenómeno inexplicable para la mente del hombre.. pero para Dios cuando quiere no le hace falta que el hombre entienda su manera de actuar.


Álvaro S. Chiara G.


NOTAS:
(1) Flegón o Flegonte (Phlegon) era un liberto del emperador Adriano y fue llamado Tralliano, porque ser nativo de Tralles, ciudad de Lidia. Vivió hasta la época del emperador Antonino Pío (siglo II). De él nos queda un tratado bastante corto sobre "aquellos que han vivido mucho tiempo", es decir personas de Italia mayores de 100 años, información que tomó de los censos romanos; otra obra sobre "las cosas maravillosas" en 133 capítulos, la mayor parte muy cortos, en la que habla de fantasmas, profecías, nacimientos monstruosos (como de siameses) y esqueletos de gigantes; asimismo un fragmento de su ya aludida Historia de las Olimpíadas, una obra que abarcaba de la 1º hasta la 229º olimpiada, es decir desde el año 776 a.C. hasta el 137 d.C. Suidas le atribuye también una descripción de Sicilia, una obra sobre las fiestas romanas en tres libros, y una topografía de Roma.


(2) Sexto Julio Africano vivió entre los años 180 y 240; había nacido en Jerusalén (Aelia Capitolina) y no en África. Tenemos pocos datos sobre su vida. Sabemos que viajó mucho por Asia, Egipto, e Italia. Fue oficial en el ejército de Septimio Severo y tomó parte en la expedición contra el principado de Edesa el año 195. Organizó una biblioteca para el emperador Alejandro Severo en Roma, "en el Panteon, cerca de los Baños de Alejandro". En Egipto fue uno de los amigos de Orígenes. Después vivió principalmente en Emaus (Nicópolis), en Palestina, dónde sirvió como prefecto. Su obra más conocida es una cronografía (Crónicas), en cinco libros, que versa sobre historia sagrada y profana desde la Creación (que él fijó en el año 5499 a.C.) hasta sus días (221 d.C), de los que solo nos quedan fragmentos. Basándose en la Biblia para sus cálculos, sincronizó las cronologías egipcia y caldea, la mitología griega y la historia judaica con la cristiandad. Dicha obra fue una mina de información para Eusebio de Cesarea e historiadores posteriores.


(3) Es posible que este Thallos sea idéntico al (Th)allos Samaréus mencionado por Josefo, quien lo describe como un rico liberto de Tiberio que prestó una cuantiosa suma de dinero a Herodes Agripa I poco antes de que éste obtuviera el trono de Judea en el año 41 (Antigüedades de los judíos, XVIII 167), aunque algunos creen que la traducción correcta de “allos Samaréus” sería “otro samaritano”. Este Thallos habría escrito hacia el año 50 su obra histórica en el mismo palacio imperial. El historiador eclesiástico Eusebio de Cesárea dice que dicha Historia abarcaba desde el saco de Troya hasta la 167º olimpiada (Cronicón I. K125.2), es decir hasta el año 109 a.C. aunque se cree que se trata de un error pues el dato al parecer proviene de una traducción armenia, donde se suele confundir mucho la numeración, pues un cambio de un solo carácter se leería en realidad como la 217º olimpiada, lo que se ajusta más con la realidad.