viernes, 18 de julio de 2008

LA BESTIA DEL APOCALIPSIS

¿Fué Nerón la Bestia del Apocalipsis?

Para quienes conocen en profundidad el último libro del NT, sabrán que existe una posición mayoritaria entre los especialistas para identificar a la Bestia del Apocalipsis con el emperador Nerón, cuyo nombre estaría incluso mencionado en clave numérica (el 666 ó 616).

"¡Aquí está la sabiduría! Que el inteligente calcule la cifra de la Bestia; pues es la cifra de un hombre. Su cifra es 666". Apocalipsis 13:18 (Biblia de Jerusalén).

Sucede que en el siglo I los números se escribían, no con los signos arábigos tan prácticos que usamos actualmente, sino con las letras del alfabeto (sea en hebreo, en griego o en latín). De modo que cada letra tenía un valor numérico, y se entiende entonces como es que un nombre podía ser escrito en clave numérica al sumarse el valor de sus letras.

La cifra 666 puede ser resultado de la suma de los equivalentes numéricos de las letras del término hebreo 'NRWN QSR' que significa 'César Nerón':

50+200+6+50+100+60+200=666

Nero Claudius Caesar Augustus Germanicus. Gliptoteca de Munich.
Y todo apunta que Nerón fue la Bestia por antonomasia, según lo vieron los cristianos del siglo I. En efecto, fue dicho emperador quien desató la primera y más despiadada persecución contra los cristianos de Roma (año 64 y siguientes), y entre cuyas víctimas se encontraron los apóstoles Pedro y Pablo. La crueldad demostrada por Nerón durante esta persecución fue espeluznante, tal como lo relata el historiador Tácito en sus Annales: forraba a sus víctimas con pieles de animales y los entregaba para ser devoraba por las fieras; a otros los amarraba a postes, los cubría de pez (sustancia parecida a la brea) y los prendía fuego para que sirvieran de antorchas durante la noche. Se ha querido ver también una identificación indirecta de Nerón con el Anticristo (es decir aquel personaje que se opone a Cristo y los cristianos) en algunas epístolas del NT, como en una de Pablo, cuando éste menciona que "ya está en acción el misterio de la iniquidad; solo que hay quien al presente lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de en medio." (2 Tesalonicenses 2:7). Aunque Pablo no usa la palabra Anticristo, es indudable que se refiera al mismo ser que es mencionado también en las epístolas de Juan (1 Jn. 2.18, 22; 4.3, 2 Jn. 7). Se ha discutido si realmente esa 2° epístola a los Ts. es de la autoría de Pablo o si lo escribió un discípulo suyo después de su muerte; aceptándose la autoría paulina, debió ser escrita poco después del año 50 ó 51. Nerón subió al poder en el año 54, cuando aun era adolescente, merced a las intrigas de su madre Agripina la menor, quien hizo envenenar a su esposo, el emperador Claudio. Nerón tuvo que librarse de la tutela materna y de sus preceptores Burro y Séneca, antes de tomar en sus manos omnímodamente las riendas del poder, en el año 62. Se puede decir que fue en ese año, con la muerte misteriosa de Burro y el alejamiento de Séneca, cuando la Bestia se libró de sus últimas ataduras. Poco después ocurría el incendio de Roma, hecho del que se acusó a los cristianos, lo que motivó la persecución (año 64). ¿Acaso Pablo profetizó esa persecución, cuando dijo, muchos años antes, que se hallaba ya en marcha el "misterio de la iniquidad" o el "plan secreto de la maldad"? Lo cierto es que ese versículo del 2 Ts. ha tenido, desde entonces, las más variadas interpretaciones.


El problema de la fecha de redacción del Apocalipsis.

Ahora bien ¿esto quiere decir que el Apocalipsis fue escrito antes o durante el reinado de Nerón (años 54 al 68)? Pues no: la mayoría de especialistas concuerdan en que fue escrito hacia fines del siglo I (reinado del emperador Domiciano, que finalizó en el año 96), ratificando así lo que ya había sido categóricamente afirmado por varios autores cristianos antiguos, como Ireneo y Eusebio de Cesárea. Por tradición se atribuye su autoría al apóstol Juan, quien tuvo esta revelación durante su presidio en la isla de Patmos, adonde fuera confinado durante la persecución anticristiana desatada por Domiciano. Aunque una posición minoritaria sostiene que fue escrito poco tiempo después de la muerte de Nerón (año 69 o comienzos de los años 70).

La pregunta inevitable sería ¿por qué el autor del Apocalipsis vaticina a la Bestia, como alguien que aún no aparecía y lo identifica con Nerón, si en realidad este emperador había ya muerto al momento de escribirse dicho libro? La verdadera Bestia debió ser el emperador Domiciano, en cualquiera de los dos hipótesis, tanto la que afirma que la profecía fue escrita después de haberse cumplida, hacia los años 90 (como es por lo general la posición de los especialistas, por lo general escépticos en esta cuestión de profetizar el futuro) o la otra que dice que fue escrita en los años inmediatamente siguientes a la muerte de Nerón (después del 69), mucho antes de su cumplimiento.

Pero en cualquiera de los dos casos ¿qué tiene que ver Nerón? ¿Por qué mencionar su nombre en clave numérica, si ya para ese momento dicho emperador ya había pasado a mejor vida?

Nerón, el prototipo de la maldad humana jamás vista.

Para dar alguna luz a este intrincado problema, empecemos leyendo Ap. 17.9-11:

"Esto, para la mente que tenga sabiduría: las siete cabezas son siete montes sobre los cuales se sienta la mujer, y son siete reyes. Cinco de ellos han caído; uno es y el otro aún no ha venido, y cuando venga deberá durar breve tiempo. La bestia que era y no es, es también el octavo, y es uno de los siete y va a la perdición". Versión Reina-Valera-95

A partir de ahora desarrollaré la hipótesis según la cual el Apocalipsis fue escrito poco después de la muerte de Nerón, o sea por el año 69 o años inmediatos. Yendo al pasaje citado, los siete montes se identifican claramente con Roma y los siete reyes vendrían a ser los emperadores romanos: los cinco que "han caído" serían Augusto, Tiberio, Calígula, Claudio y Nerón. Esto sería indicio de que el libro se escribió poco después del reinado de Nerón, aunque no se podría identificar con precisión el emperador al que se refiere como "uno es" (o sea el que gobierna en ese momento). Sabemos por historia que tras la muerte de Nerón el imperio cayó en anarquía y los generales romanos se disputaron el trono: el año siguiente (68-69) es conocido como el año de los 4 emperadores, pues pasaron por el poder Galba, Otón y Vitelio, hasta que en el 69 Vespasiano se hizo del poder y fundó una nueva dinastía, la flaviana. Si se prescinde de los gobiernos efímeros del año 69 y se tiene en cuenta solo a Vespasiano, este sería el sexto emperador en cuyo tiempo se escribió el Apocalipsis. Vespasiano reinó entre los años 69 al 79 y le sucedieron sucesivamente sus hijos Tito (79-81) y Domiciano (81-96)

Continuando con el pasaje misterioso de Ap. 17.9-11, se habla de un sétimo rey o emperador que "aun no ha venido" y cuyo reinado durará poco, el cual sería Tito, que solo reinó dos años, pero lo más inquietante viene a continuación cuando menciona a un octavo rey que en realidad sería uno de los 7 anteriores: "La bestia que era y no es, es también el octavo, y es uno de los siete y va a la perdición". ¿El autor del Apocalipsis vaticinaba acaso que uno de los emperadores anteriores (supuestamente ya muertos), volvería otra vez a la tierra a recuperar el poder? Curiosamente, uno de las leyendas que tuvo mucha difusión por aquellos años era que Nerón no había muerto sino que había escapado de Roma y se hallaba refugiado en algún lugar oculto de Oriente, esperando el momento oportuno para volver al poder. Algunos incluso se hicieron pasar por Nerón. ¿El autor del Apocalipsis se hacía eco de esta leyenda popular?

¿O es que en realidad era solo un simbolismo para decir que aquel octavo emperador que vendría sería igual de cruel y sanguinario con los cristianos como lo había sido Nerón? Coincidentemente, esta última suposición encaja perfectamente con Domiciano, el hermano y sucesor de Tito, el cual vendría a ser el octavo emperador, de acuerdo a nuestra interpretación particular que estamos dando a ese pasaje de Apocalipsis. En efecto, Domiciano fue un tirano que por su conducta hacía recordar a Nerón (incluso se le apodó el "Nerón calvo", aludiendo a su acentuada calvicie); entre otros hechos se recuerda por ejemplo que exigió a todos sus súbditos que se le llamase dominus et deus, señor y dios. Igualmente persiguió a los cristianos ya no solo en Roma, sino en todo el Imperio. Algo que ni el mismo Nerón se había atrevido hacer (aunque a decir de Orosio, hubo mártires de la persecución neroniana en España). Al igual que Nerón se hizo también odioso a los nobles romanos y oficiales del ejército, y al final sucumbió víctima de una conspiración palaciega. Su reinado duró 15 años, coincidentemente casi el mismo tiempo del reinado de Nerón.

Sin embargo, la hipótesis de que el Apocalipsis fue escrito por los años 69-70, se enfrenta a una serie de dificultades que más adelante trataré. También ocurre lo mismo con la identificación del 666 ó el 616 con Nerón. De todos modos, de ser correcta la identificación del número de la Bestia con la figura de dicho emperador, como la mayoría de especialistas lo sostienen, resulta evidente que Nerón había marcado tan fuertemente en la memoria de los cristianos, quienes aun después de su muerte lo mencionaban como el prototipo de la maldad humana nunca antes vista. Los lectores de esa época del Apocalipsis sin duda entendían muy bien el significado del lenguaje figurado del autor.

El Mito del Nerón "redivivo"

No solo entre los cristianos, sino también entre el pueblo romano el recuerdo de aquel emperador tan pródigo con la clase baja o lumpen, a quien dio pan y juegos de circo a manos llenas, quedó perennizado durante muchas generaciones en forma de un mito, el del "Nerón redivivo". Y como era de esperarse tal creencia no dejó de ser usada políticamente. Los historiadores romanos cuentan que en años posteriores a su muerte hasta tres aventureros se hicieron pasar por Nerón:

- En marzo del año 69 apareció un "falso Nerón" causando agitación en Acaya (Grecia). Fisicamente se parecía Nerón; incluso cantaba y tocaba la lira como éste. Algunos desertores del ejército romano lo siguieron para apoyarle. Al final terminó por ser asesinado por marineros al servicio del Imperio.

- El segundo "falso Nerón" apareció en Asia entre los años 79 al 81. Su verdadero nombre era Terencio Maximo. Tomando la identidad de Nerón, decía que había escapado de los soldados enviados a ejecutarlo, que había vivido escondido desde entonces y decía que los partos lo recibirían con los brazos abiertos por haber sido él quien les devolvió la Armenia. Se trasladó hacia el oriente, ganando adherentes, pero fue descubierto y muerto.

- El tercer "falso Nerón" se presentó en Partia alrededor del año 88. Casi nada se sabe acerca de él sino solo lo que cuenta el historiador Suetonio, quien aseguró que muchos partos lo honraron, y que a duras penas el gobierno romano logró que lo entregaran. El mito neroniano continuó vivo aun siglos después. San Agustín, en su célebre "Ciudad de Dios", escrita entre los años 413 y 426, comentaba que en su época había personas que creían que Nerón "no fue asesinado sino escondido para que lo tuviesen por muerto, pero que aún vive oculto, con el mismo vigor que tenía en el tiempo cuando supuestamente fue muerto, `a fin de que a su debido tiempo se manifieste', y sea restaurado en su trono. En lo que a mi me concierne, estoy muy maravillado de la gran credulidad de quienes aventuran tales conjeturas" (De Civitate Dei 20. 19. 3).
Incluso de entre la gran mayoría para quienes Nerón si había muerto, no faltaron quienes decían ver el espíritu del difunto vagando por los alrededores del lugar donde se creía había sido sepultado. Su tumba pasó a ser el centro de reuniones de hechiceros y brujas de toda la ciudad, quienes buscaban inspiración a sus conjuros a través del espíritu de Nerón. Se dice que incluso nació un nogal encima del aquel lugar y en él encontraban refugio todo tipo de espíritus y demonios, según la creencia popular. Este culto aquelárrico no sería desterrado sino unos mil años después, cuando el papa Pascual II ordenó desenterrar los restos que supuestamente eran del emperador, los cuales fueron arrojados al Tíber tras un ritual de exorcismo. Pero ni aun así el espectro del emperador dejó de atormentar a los mortales, según algunos habitantes de Roma contaron después.

El Apocalipsis debió ser escrito en tiempos del emperador Domiciano.


Titus Flavius Domitianus. Museo Arqueológico, Sevilla

Como ya quedó dicho, la teoría de que el Libro de Apocalipsis fue escrito poco después de la muerte de Nerón (años 69 al 70), no goza de acogida entre los especialistas. Por tradición se considera que fue escrito por el apóstol Juan durante su presidio en la isla de Patmos, durante la persecución desatada por el emperador Domiciano, hacia el año 90 d. de C. La mayoría de eruditos están de acuerdo con dicha fecha, pero no así en atribuírsele su autoría al apóstol Juan, quien para entonces debería estar ya en avanzada edad, por lo menos bordeando los 90 años. Dichos especialistas no creen posible que el autor del Apocalipsis sea el mismo autor del Evangelio de Juan, debido a los distintos estilos, ya que en muchos aspectos el uso del griego (idioma en que originalmente fueron escritos dichos libros) resulta ser radicalmente distinto al compararse ambas obras. Se ha dicho incluso que el autor del Apocalipsis utiliza un tipo de griego diferente del que jamás hombre alguno haya usado. Pero resulta también que muchos eruditos tampoco creen que el apóstol Juan sea el autor del Evangelio de su nombre, de modo que no se podría entonces hacer comparaciones pues no se tiene como referente una obra a la que se pueda considerar genuinamente joanina. En todo caso, la tradición cristiana siempre ha considerado los cinco escritos joaninos del NT (aparte del Evangelio y el Apocalipsis, las tres epístolas de Juan) como obras de un mismo autor que sería el mismo discípulo "amado de Cristo".

Ahora bien, si bien el libro del Apocalipsis no menciona fecha de su redacción ni alude a acontecimientos históricos específicos, nos da en cambio ciertas indicaciones de tipo general que nos permite suponer que fue escrito en un período muy posterior al de Nerón. Por ejemplo, en una de las cartas a las siete iglesias de Asia habla de ciertos grupos de cristianos cuya espiritualidad iba declinando. Bajo el reinado de Nerón, la Iglesia era todavía muy joven y vigorosa, como que en el corazón del imperio formaba ya una comunidad llena de energías y en plena expansión. Treinta años después, bajo Domiciano, es mucho más posible que estuviera evolucionando y comenzando a decaer, más que nada por el surgimiento de apóstatas o herejes. De modo que, de acuerdo a la información que poseemos, es más conveniente fijar la redacción del libro del Apocalipsis durante el reinado de Domiciano (hacia el 90), y no bajo Nerón o unos años después de la muerte de este emperador (68). Domiciano sería en realidad la "Bestia del Apocalipsis", aunque no se le mencione ni se le aluda directamente. Solo en una clave numérica equiparándole con el ya difunto Nerón, con quien, asombrosamente, tuvo muchas coincidencias, como ya quedó explicado anteriormente.

La persecución de Domiciano contra los cristianos.


¿Por qué desató Domiciano la persecución contra los cristianos? Sin duda debido a la negativa de estos de adorarlo como Dominus et Deus, "señor y dios". Es probable también que originalmente la persecución estuviera dirigida contra los judíos: al no existir ya el Templo de Jerusalén (destruido en el año 70), Domiciano había decidido que todos los judíos debían enviar a las arcas imperiales la ofrenda anual que antes mandaban para el templo de Jerusalén. Cuando algunos judíos se negaron a hacerlo o mandaron el dinero al mismo tiempo que protestaban que Roma no había ocupado el lugar de Jerusalén, Domiciano empezó a perseguirles y a exigir el pago de la ofrenda. Puesto que todavía no estaba del todo claro en qué consistía la relación del judaísmo con el cristianismo, los funcionarios imperiales empezaron a presionar a todos los que practicaban "costumbres judías". Así se desató una nueva persecución que involucró a judíos y cristianos, por igual.

La tradición cristiana testimonia la persecución de los cristianos bajo el reinado de Domiciano, la segunda que se realizó, habiendo sido la primera la de Nerón. Eusebio de Cesarea, en su "Historia Eclesiástica" dice: "(Domiciano) fue el segundo que instigó la persecución contra nosotros, aunque su padre, Vespasiano, no había concebido nada insólito contra nosotros". (Libro III, cap. XVII). El historiador de la Iglesia cuenta también que por ese tiempo el apóstol Juan fue confinado en la isla de Patmos, en la costa del Asia Menor, donde escribió la Revelación o el Apocalipsis como un mensaje a sus hermanos sufrientes. Eusebio relata también (basándose en Hegesipo), como Domiciano ordenó aniquilar a la familia del rey David, o sea a quienes podían reclamar ser de la realeza judía, y que, aprovechando esta situación, unos herejes acusaron a unos nietos de Judas (hermano carnal de Jesús), como descendientes de David y emparentados con el mismo Cristo. Domiciano llamó a su presencia a tales parientes de Cristo y los interrogó severamente. Aquellos hombres confesaron ser descendientes de David y de estar emparentados con el Cristo de los cristianos, pero que no poseían mayor fortuna y que vivían de su trabajo, y para demostrarlo enseñaron sus manos llenas de callos. Interrogados luego sobre Cristo y su reino, y cuando aparecería, algo que a Domiciano sin duda le inquietaba, explicaron que no se trataba de un reino de este mundo, sino de un reino celestial, y que debía tener lugar en el fin de los tiempos. Terminado el interrogatorio, Domiciano los dejó ir, pues los menospreció como gente vulgar y supersticiosa, y decidió abruptamente poner fin a la persecución contra los cristianos, permitiendo incluso volver a los desterrados (Libro III, cap. XX).

Otros escritores cristianos afirman también que durante esta persecución muchos sufrieron el martirio, y una carta escrita por el obispo de Roma Clemente a la iglesia de Corinto poco después de la persecución se refiere a "los males y pruebas inesperados y seguidos que han venido sobre nosotros" (Primera Epístola de San Clemente a los corintios). ¿Qué nos dicen las fuentes paganas sobre aquella persecución desatada por Domiciano? Es muy importante tenerlas en cuenta pues actualmente algunos fanáticos anticristianos, en su enfermiza odiosidad han llegado al extremo de negar las persecuciones, tan igual como hoy algunos neonazis hacen lo mismo con el holocausto. Si bien no abundan en mayor información, si hay datos muy importantes. El historiador griego Dión Casio, en el libro 67 de su Historia Romana afirma que bajo Domiciano fueron acusados y condenados "por ateísmo" (ateótes) el cónsul Flavio Clemente (primo hermano del emperador) y su mujer Domitila, y con ellos muchos otros que habían adoptado "costumbres judías". Puesto que los cristianos adoraban a un Dios invisible y se negaban a rendir culto a los dioses paganos y a la divinidad del emperador, por lo general los paganos les acusaban de ser ateos. Por tanto, es harto probable que Flavio Clemente y su esposa hayan muerto por ser cristianos. Así también lo consigna Eusebio de Cesárea en su obra histórica (Libro III, Cap.18 ). Aunque es improbable que este Flavio Clemente sea el mismo Clemente de Roma, el obispo de Roma en ese entonces (el cuarto papa), aunque podrían haber sido parientes. Suetonio en su "Vida de los Césares" (Domitianus, xv), dice también que Domiciano castigó con la muerte a Flavio Clemente, solo basado en una "ligerísima sospecha".


Álvaro S. Chiara G.

martes, 8 de enero de 2008

LAS TINIEBLAS DEL DIA DE LA CRUCIFIXION


Tres evangelistas (Mateo, Marcos y Lucas) atestiguan que durante la crucifixión de Jesús, las tinieblas cubrieron la tierra durante tres horas.


Mateo 27.45 "Desde la hora sexta hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora nona"


Marcos 15.33: "Llegada la hora sexta, hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora nona".

Lucas 23.44: "Era ya cerca de la hora sexta cuando, al eclipsarse el sol, hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora nona".


El oscurecimiento se produjo “entre la hora sexta y la hora nona (o novena)”, es decir entre el mediodía y las tres de la tarde, ya que los judíos contaban las horas desde la salida del sol (a las 6 de la mañana). Inmediatamente después Jesús expiró, y se rasgó de arriba a abajo el velo del Santuario (es decir la cortina que separaba el lugar santo del Templo del Lugar Santísimo o Sancta Sanctorum, donde el Sumo Sacerdote entraba solo una vez al año). Mateo es el único que añade que hubo un gran temblor que hizo partir las rocas y abrir los sepulcros, volviendo a la vida “muchos santos”.

Sin duda los evangelistas consideraban que aquellas tinieblas fueron un cumplimiento de la antigua profecía de Amós:
“Aquel día, dice Jehová, el Señor, haré que se ponga el sol a mediodía: cubriré de tinieblas la tierra en el día claro” Amós 8.9

Hay quienes consideran que dicho relato de los prodigios que ocurrieron durante el día de la Crucifixión son solo de naturaleza alegórica: las tinieblas y el terremoto (de los que no se ha conservado registro documental confiable fuera de la Biblia) serían solo una manera de hacer comprender a los lectores la gran intervención de Dios en el mundo, y el velo rasgado (suceso del que no se menciona nada en la literatura judía) sería un símbolo del libre acceso a Dios logrado por la muerte de Cristo. Pero existen algunos indicios que nos indican que las “tinieblas del día de la crucifixión” podrían ser más que una simple metáfora.

No fue un eclipse de Sol

Jesús murió durante el tiempo de la Pascua Judía (Mateo 26.2), que eran días de luna llena o plenilunio. Según las leyes naturales, los eclipses de sol no ocurren cuando la luna se encuentra en el lado de la tierra que está opuesto al del sol. Por lo tanto, no se puede afirmar que las tinieblas que hubo sobre la tierra en el momento de la muerte de Jesús, hayan sido un eclipse natural de sol. Además, aun si un eclipse natural de sol hubiera sido posible, habría durado sólo unos minutos; no tres horas. El oscurecimiento tendría entonces solo una explicación milagrosa. Modernamente se ha querido identificar tal misterioso fenómeno con una tormenta de arena que coincidentemente suele asolar Judea por los días de abril, es decir en el mes de la crucifixión de Jesús. Pero al ser este un fenómeno natural muy conocido en Tierra Santa no se entiende como los escritores evangélicos no la mencionasen claramente y solo hablen de las tinieblas.

Lo que dicen los apologistas cristianos de los siglos II y III

Lamentablemente la mayor parte de los libros históricos de autores romanos y griegos, así como de judíos que relataban sucesos ocurridos durante el siglo I se han perdido. Es por eso que los testimonios sobre la historia de Palestina de los tiempos de Jesús sean tan escasos; apenas contamos con la obra de Flavio Josefo, quien hace una mención breve de Cristo, la única mención en una obra no cristiana del siglo I, aunque se considera editada por algún copista cristiano. Esto ha sido usado como argumento por algunos para dudar de la existencia histórica de Jesús, aunque hoy por hoy ningún historiador serio asume tal posición extrema, al considerar que los Evangelios por si solos son suficientes para fundamentar la historicidad de Cristo.

Pero sabemos que existieron otros historiadores antiguos, entre paganos y judíos, que indudablemente debieron mencionar a Jesús y a los acontecimientos relacionados con su vida y muerte; los apologistas cristianos a partir del siglo II nos dan algunos indicios de la existencia del testimonio de dichos historiadores de los que por desgracia no conservamos sus obras; asimismo, hacen alusión a documentos y anales oficiales referentes al proceso y la muerte de Jesús, que lamentablemente también se han perdido.

Tertuliano por ejemplo, quien era un notable erudito cristiano y de quien consta que leyera muchísimas obras paganas, consideraba verídica la historia de las tinieblas y en una de sus obras afirmaba:

“Al momento de la muerte de Cristo el sol se oscureció en la mitad de su carrera” y dirigiéndose a los paganos añadía: “Téneis en vuestros archivos el relato de este suceso” (Apología, 21, 20). Archivos que por desgracia se perdieron.

Un mártir cristiano del siglo IV, San Luciano de Antioquía, hablaba así al juez sobre la divinidad de Jesucristo :

“Os cito por testigo al sol mismo que, al ver el crimen de los deicidas, ocultó su luz en la mitad del día. Registrad vuestros anales y encontraréis que en tiempo de Pilato, mientras el Cristo sufría, el sol desapareció y el día fue interrumpido por las tinieblas.”

Orígenes, otro erudito cristiano, en su célebre tratado “Contra Celsum” señala que un escritor romano, Flegón o Flegonte Tralliano (1) del siglo II, hizo referencia sobre las misteriosas tinieblas y el terremoto del día de la crucifixión:

“Sobre el eclipse acontecido en tiempo de Tiberio César, bajo cuyo imperio parece haber sido crucificado Jesús, y sobre los grandes terremotos de entonces, escribió Flegón, creo que en el libro trece o catorce de su Crónica” (II, 33).

“… (Celso) tiene por fantasmagoría lo del terremoto y las tinieblas. A esto respondimos ya anteriormente (II 14,33), según nuestras fuerzas, alegando a Flegón, que cuenta haber acaecido esos fenómenos al tiempo de la pasión de Jesús” (II, 58 ).

La obra de Flegón a la que alude Orígenes era una Historia de las Olimpíadas, que estaba dividida en 16 partes, de la que apenas se ha conservado un pequeño fragmento; por cierto que de los libros 13 y 14 no ha sobrevivido nada y por lo tanto no tenemos absoluta certeza de lo afirmado por Orígenes. Sin embargo no deja de ser inquietante que en otra parte de su libro Orígenes afirme lo siguiente:


“Flegón, en el libro trece o catorce (creo) de su Crónica', atribuyó a Cristo presciencia de algunos acontecimientos futuros” (II, 14).

¿Estamos ante un historiador pagano que menciona a Cristo y los portentos que rodearon a su persona? Lo cual sería sin duda un hecho extraordinario.

Muchos consideran que estas afirmaciones de los apologistas cristianos no son de fiar ya que por ser cristianos habría un claro interés para favorecer su causa, y que bien pudieron aludir sucesos históricos referentes a eclipses y terremotos reales pero haciéndolos encajar a la fuerza con la fecha de la crucifixión (la cual por lo demás, aun hoy no ha sido plenamente fijada ya que existe la disputa entre el 7 de abril del año 30 ó el 3 de abril del año 33, para mencionar solo las fechas más aceptadas). Se considera por ejemplo, que la oscuridad que en tiempos de Tiberio cubrió el mundo y que al parecer causó tanto espanto fue en realidad un eclipse total de Sol que ocurrió el 24 de noviembre del año 29, y que los escritores cristianos debieron confundirla con las tinieblas del día de la crucifixión. Pero no se toma en cuenta que tanto Tertuliano como Orígenes se dirigen a un público más culto y letrado, entre los que se contaban los historiadores paganos de su época, a quienes como es de suponer no se les iba a sorprender de esa manera tan burda. Además como ya quedó dicho desde el comienzo, al haber ocurrido la crucifixión en tiempo de la Pascua judía (o sea en plenilunio o luna llena) no podía ocurrir un eclipse de sol: asimismo, los eclipses suelen durar solo minutos y no horas.

Sobre aquel eclipse del año 29, algo debió comentar el historiador Tácito en sus Anales, que como su nombre lo indica es un relato de año por año de los reinados de los emperadores romanos desde Tiberio hasta Nerón. Pero curiosamente existe una gran laguna en el manuscrito de la parte que corresponde a casi todo el año 29, todo el año 30, hasta muy avanzado el año 31, precisamente el tiempo dentro del cual se suele situar la pasión y muerte de Cristo.

Thallos el Samaritano

Pero la alusión de Flegón Tralliano al parecer no es la única hecha por un escritor no cristiano sobre las misteriosas tinieblas del día de la Crucifixión. Un escritor bizantino del siglo VIII-IX, Jorge Sincelo (Syncellus), autor de una crónica del mundo que abarcaba desde la Creación hasta los días de Diocleciano, cita a un historiador helenista cristianizado del siglo III, llamado Sexto Julio Africano (2), quien mencionaba dicha oscuridad corrigiendo a otro historiador más antiguo, el samaritano Thallos o Talo (siglo I), quien equivocadamente creía que se trataba de un simple eclipse de Sol:

“Hubo tinieblas en todo el mundo, produciéndose la más espantosa oscuridad. Muchas rocas quedaron partidas por la mitad debido al terremoto y muchos lugares en Judea y en otros distritos fueron derribados. Me parece poco razonable que Talo, en el tercer libro de sus historias, intentase justificar estas tinieblas como si hubieran sido debidas a un eclipse solar, puesto que los judíos celebraban la Pascua en el día 14, según la luna y la muerte de su Salvador cae en el día anterior a la Pascua. Pero un eclipse solar es algo que solo se puede producir cuando la luna se encuentra debajo del sol, así que ¿cómo era posible que se hubiese producido un eclipse cuando la luna se encontraba justo delante del sol?” (Julius Africanus, Historiae lib. III).

De Thallos o Talo el samaritano (3), sólo conocemos con certeza que escribió después del año 52 d.C. una historia universal en tres tomos, llamada Historia Siríaca, en idioma griego, que se perdió casi en su totalidad, aunque algunos fragmentos se han conservado por las citas que hicieron algunos autores antiguos y medievales. De acuerdo al contexto en que lo cita Julio Africano, se entiende que Thallos hizo referencia a Jesús y su crucifixión con lo cual estaríamos ante el testimonio más antiguo sobre Cristo, que podamos encontrar fuera del Nuevo Testamento en autores no cristianos. El problema radica en que al no contar con dicha obra de Thallos, no podemos saber cuán confiables puedan ser los datos brindados por los historiadores cristianos. Hay quienes lo descartan de plano por considerarlas parcializadas y hasta inventadas, pero hay mucha razón para no asumir una posición tan drástica. De ser cierto el testimonio de Thallos, ello nos daría el indicio de que la narración de la pasión de Cristo ya era conocida hacia el año 50 entre los nobles romanos, tan conocida, que Thallos, que era samaritano, pensó que se debía impugnar la interpretación de los cristianos, dando una interpretación racional, en este caso como un eclipse de sol lo que aquellos consideraban un portento divino. Es por eso interesante comprobar que a Thallos no se le ocurrió negar el acontecimiento, lo cual indica que debía tratarse de un suceso bastante comentado y notorio.


Para finalizar
Hay quienes consideran que no se debería buscar alguna interpretación racional a hechos que fueron a todas luces milagrosos, y que solo por fe el cristiano debería convencerse de que en realidad ocurrieron. Hace apenas 90 años en Fátima 70 mil espectadores vieron un fenómeno solar que no lo vió ni detectó algún instrumento fuera de esa zona. Los científicos negaron lo que miles de ojos vieron aquel día y se quiso explicar el hecho con la teoría descabellada de las "alucinaciones masivas" (al ser la alucinación algo muy subjetivo no podría ser darse en forma masiva). Hace cerca de 2000 años en un mediodía soleado de pronto la oscuridad cubrió la tierra, tal vez solo en Judea y alrededores, durante tres horas, como si la naturaleza se cubriera de luto por el sacrificio del Hijo de Dios, que en esos momentos agonizaba en la cruz… un fenómeno inexplicable para la mente del hombre.. pero para Dios cuando quiere no le hace falta que el hombre entienda su manera de actuar.


Álvaro S. Chiara G.


NOTAS:
(1) Flegón o Flegonte (Phlegon) era un liberto del emperador Adriano y fue llamado Tralliano, porque ser nativo de Tralles, ciudad de Lidia. Vivió hasta la época del emperador Antonino Pío (siglo II). De él nos queda un tratado bastante corto sobre "aquellos que han vivido mucho tiempo", es decir personas de Italia mayores de 100 años, información que tomó de los censos romanos; otra obra sobre "las cosas maravillosas" en 133 capítulos, la mayor parte muy cortos, en la que habla de fantasmas, profecías, nacimientos monstruosos (como de siameses) y esqueletos de gigantes; asimismo un fragmento de su ya aludida Historia de las Olimpíadas, una obra que abarcaba de la 1º hasta la 229º olimpiada, es decir desde el año 776 a.C. hasta el 137 d.C. Suidas le atribuye también una descripción de Sicilia, una obra sobre las fiestas romanas en tres libros, y una topografía de Roma.


(2) Sexto Julio Africano vivió entre los años 180 y 240; había nacido en Jerusalén (Aelia Capitolina) y no en África. Tenemos pocos datos sobre su vida. Sabemos que viajó mucho por Asia, Egipto, e Italia. Fue oficial en el ejército de Septimio Severo y tomó parte en la expedición contra el principado de Edesa el año 195. Organizó una biblioteca para el emperador Alejandro Severo en Roma, "en el Panteon, cerca de los Baños de Alejandro". En Egipto fue uno de los amigos de Orígenes. Después vivió principalmente en Emaus (Nicópolis), en Palestina, dónde sirvió como prefecto. Su obra más conocida es una cronografía (Crónicas), en cinco libros, que versa sobre historia sagrada y profana desde la Creación (que él fijó en el año 5499 a.C.) hasta sus días (221 d.C), de los que solo nos quedan fragmentos. Basándose en la Biblia para sus cálculos, sincronizó las cronologías egipcia y caldea, la mitología griega y la historia judaica con la cristiandad. Dicha obra fue una mina de información para Eusebio de Cesarea e historiadores posteriores.


(3) Es posible que este Thallos sea idéntico al (Th)allos Samaréus mencionado por Josefo, quien lo describe como un rico liberto de Tiberio que prestó una cuantiosa suma de dinero a Herodes Agripa I poco antes de que éste obtuviera el trono de Judea en el año 41 (Antigüedades de los judíos, XVIII 167), aunque algunos creen que la traducción correcta de “allos Samaréus” sería “otro samaritano”. Este Thallos habría escrito hacia el año 50 su obra histórica en el mismo palacio imperial. El historiador eclesiástico Eusebio de Cesárea dice que dicha Historia abarcaba desde el saco de Troya hasta la 167º olimpiada (Cronicón I. K125.2), es decir hasta el año 109 a.C. aunque se cree que se trata de un error pues el dato al parecer proviene de una traducción armenia, donde se suele confundir mucho la numeración, pues un cambio de un solo carácter se leería en realidad como la 217º olimpiada, lo que se ajusta más con la realidad.

jueves, 20 de diciembre de 2007

EL “FIAT LUX” ¿FUE EN EL PRIMER O EN EL CUARTO DÍA DE LA CREACIÓN?



Hay quienes dicen que con solo empezar a leer la Biblia se encuentra ya una gran incongruencia: En el primer día Dios hace la luz (fiat lux). Sin embargo, recién en el cuarto día, se crean las luminarias, el Sol, la luna y las estrellas. ¿Y cómo, se preguntan confundidos, no es el Sol el que provee de luz material a la Tierra ?

El primer error clarísimo en que se cae cuando se quiere interpretar el primer capítulo del Génesis, es pretender encontrar alguna correlación del relato poético de la Creación con lo que dicen las ciencias astronómicas, geológicas y biológicas. Los judíos no fueron un pueblo que desarrolló la Ciencia, ni siquiera los griegos llegaron a tanto como para esperar que supieran sobre los orígenes del Universo y que lo debieran plasmar en sus escritos. El primer capítulo del Génesis no son notas científicas sino se trata simplemente de un relato literario y la intención del autor es únicamente afirmar el hecho de que Dios hizo todas las cosas. Su propósito es pues ético y religioso.




Ahora bien, en cuanto a la “incoherencia” de la aparición de las luminarias en el cuarto día, se explicaría con el hecho de que la estructura del relato es artificial y no necesariamente debe leerse como una secuencia cronológica, ya que existen otros ejemplos de relatos bíblicos que narran hechos importantes pero sin preocuparse de seguir un orden cronológico sucesivo. Como en las narraciones de la Tentación de Cristo (en Mt 4 y Lc 4), que hacen hincapié en el hecho de las tentaciones pero mencionándolos en orden distinto. Pero el hecho de que el relato no siga un orden cronológico no quiere decir que no tenga otro orden razonable.

Como ya dije, el autor del relato le dio una estructura artificial, una especie de cuadro o diagrama de la Creación que a continuación explico: Distribuye la obra creadora de Dios en el marco de una semana, con sus seis días de trabajo y el séptimo de descanso. En esos 6 días están repartidas 8 obras:


- Las cuatro primeras obras consisten en separar y delimitar las zonas o regiones que configuran el mundo visible:


1º obra (1º día): Luz - tinieblas (día-noche)


2º obra (2º día): Cielo - mares


3ª obra (3º día): Tierra seca


4ª obra (3º día): Vegetación

- Las cuatro restantes obras están destinadas a poblar esas regiones con seres dotados de movimiento:


5º obra (4º día): Sol – luna - estrellas


6º obra (5º día): Pájaros – peces


7º obra (6º día): Animales terrestres


8º obra (6º día): Hombre - mujer

Como se puede ver, hay relación entre el 1º y el 4º día (luz-tinieblas; sol-luna-estrellas), el 2º y el 5º día (cielo-mares; pájaros-peces), el 3º y el 6º día (tierra seca-vegetación; animales terrestres-hombre-mujer).

Para que mejor se entienda he aquí el esquema de la Creación en 6 días o HEXAMERON:

Teniendo en cuenta pues que el relato no se ajusta a un orden cronológico y tiene una estructura artificial, nos ahorramos las explicaciones incómodas de por qué se pone primero la separación de la luz de las tinieblas y luego la creación del Sol. Interpretemos entonces la creación de las luminarias como la creación primigenia y solucionamos el asunto.


El problema sería por qué el narrador habla de seis días como una secuencialidad : “primer día”, “segundo día”… (o como es la correcta traducción: “y fue la tarde y mañana del día primero”, y así sucesivamente). Pues la verdad nadie lo sabe y hacen mal algunos en andarse rompiendo la cabeza en tratar de desentrañar este misterio, que sin duda algún día nos será revelado. Por cierto que existen explicaciones de todo tipo y hay una que dice que no es que la Creación haya ocurrido en ese número de días, sino que le fue revelada al escritor en seis días. O sea que al autor se le concedieron seis visiones de la actividad divina, en cada una de las cuales se enfocó un aspecto de la obra creadora de Dios. Y que luego anotó cada una de las seis visiones en seis tablillas similares, con estructura similar, con el mismo comienzo “Y dijo Dios…” y el mismo final: “y fue la tarde y mañana del día…” Y que los copistas posteriores, que no sabían de ello, simplemente se limitaron a copiar el texto tal como estaba.

Pero bueno, solo es una teoría.Lo que debemos los cristianos resaltar son las importantes consecuencias TEOLÓGICAS que se derivan de la creatio ex nihilo, o la creación de los cielos y la tierra de la nada:

- La materia no es eterna. Gn 1.1 indica que tuvo un principio.

- No existe un Dualismo en el universo en el cual otra clase de existencia o poder se oponga a Dios y permanezca fuera de su control.

- Dios es distinto de su creación, y ésta no es, como lo sostiene el Panteísmo, manifestación fenomenal o externa de el Absoluto.


Saludos
Álvaro S. Chiara G.

viernes, 30 de noviembre de 2007

LA CONQUISTA DE CANAAN POR LOS ISRAELITAS

Hay gente que suele decir que la Biblia carece de confiabilidad histórica, una posición escéptica que empezó hace ya mas de dos siglos, con el nacimiento de la crítica racionalista, y se llegó incluso a sostener que buena parte del relato bíblico eran solo cuentos o leyendas sin fundamento histórico… hasta que con el nacimiento de la moderna arqueología (a partir del siglo XIX), las piedras milenarias empezaron a protestar. Sin embargo existen aún dificultades para encajar algunos relatos bíblicos con los descubrimientos arqueológicos.

Por ejemplo en lo que respecta a algunos episodios de la conquista de Tierra Santa por los israelitas relatados en el libro de Josué. Para empezar, es cierto que los rastros encontrados en distintas ciudades de Palestina demuestran a las claras que hubo destrucción en la segunda mitad del s. XIII a.C., lo cual concordaría con la embestida de los israelitas calculada alrededor del año 1240 a.de C. en adelante. Dichas ciudades son Tell Beit Mírsini (posiblemente la Debir/Quiriat-sefer bíblica), Laquis, Bet-el, y Hazor. Sin embargo, existen dos sitios han dado lugar a controversia, al no hallarse comprobación tangible de una destrucción ubicable en dicha época: son las ciudades JERICÓ y HAI; y estos dos casos son los que más suelen resaltarse en las páginas ateas y anticristianas para afirmar que el relato bíblico de la conquista de Canaán es fantasioso.



LOS MUROS DE JERICÓ ¿CUÁNDO CAYERON?

Empezemos por JERICÓ. El relato de la caída de Jericó es sin duda uno de los más conocidos de la Biblia y por lo tanto no lo reseñaré (en todo caso leer el Libro de Josué capítulo capítulos 3 al 6).

Leyendo algunos artículos de la red, veo que muchos cometen el craso error de decir que “por los años en que se supone Josué y los israelitas llegaron a la Tierra Prometida (siglo XIII a. de C), la ciudad de Jericó AÚN no existía”. Pues no, no es exactamente así, la ciudad de Jericó es una de las más antiguas ciudades amuralladas del mundo, cuyo origen se remonta al 8,000 a. de C. tal como se pudo comprobar tras sucesivas excavaciones realizadas en el siglo pasado en las ruinas de Tell es-Sultán (unos 16 km al noroeste de la actual desembocadura del Jordán en el mar Muerto, y muy cerca de la moderna ciudad de Jericó). La arqueología ha demostrado que en ese sitio fueron construidas y destruidas sucesivas ciudades a lo largo de los milenios:

- Una ciudad de la época neolítica, rodeada por un muro y habitada desde el octavo hasta el cuarto milenio a. C. en que fue abandonada;

- Una ciudad precananea de la edad del bronce temprano o antiguo, con formidables sistemas defensivos amurallados (3200-2300 a. de C.);

- Una ciudad cananea del bronce medio (hacia 1900–1600/1550 a.C., el llamado período patriarcal) que probablemente terminó por ser destruida por los faraones de la 18º dinastía.

- Y una última ocupación conocida del período del bronce reciente o tardío (entre 1400 y 1325 a.C.).

El punto de discrepancia aquí consiste en que, por los años en que se supone se produjo la conquista de Canaán por los israelitas (entre 1240 y 1200 a.C.), JERICÓ SE HALLABA YA ABANDONADA. Es decir, de la antigua Jericó solo quedaban las ruinas de su pasado próspero, y los israelitas de Josué debieron encontrar solo eso. Es probable que cerca o encima existiera un pequeño poblado, pero sería mucho más modesto y sin murallas, muy distinto a la Jericó de los altos muros que describe la Biblia. Menudo problema pues que representa esto para quienes defienden la confiabilidad del relato bíblico.

Antes de continuar quiero dejar en claro que en cuanto a la cronología sigo la tendencia más extendida entre los expertos, el de fijar el tiempo de la invasión de los israelitas a Canaán, por los años 1200 a.C. ya que existen otras posiciones al respecto, como el de fijarla por los años 1600 ó 1400 a.C.

Empecemos con las excavaciones. La primera gran excavación del sitio de Jericó, fue llevada a cabo por un equipo alemán (Ernst Selin y la sociedad Deutsche Orientgesellschaft) entre 1907 y 1909, cuyos resultados fueron publicados en 1913. Algunas de las conclusiones de los citados excavadores fueron censuradas, por lo que se pensó en reanudar las excavaciones con mejor base científica.


Reconstrucción artística de la parte norte de la antigua Jericó basada en las excavaciones alemanas de 1907-1909. Nótese las casas construidas contra la pared interior de la muralla de ladrillo, muralla esta que se eleva a la vez encima de un muro de retención de piedra. La Biblia dice que la casa de Rahab la prostituta se hallaba encima de la muralla de la ciudad, información que concuerda con este descubrimiento arqueológico (Josué 2:15).

El encargado de continuar el trabajo fue el arqueólogo John Garstang, que bajo los auspicios de Palestine Exploration Fund, excavó el Tell desde 1930-1936. El mérito principal de Garstang consiste en haber trazado la evolución histórica de la ciudad. Fue el primero en querer corroborar el relato bíblico de la caída de los muros de Jericó con las pruebas arqueológicas. En efecto, su investigación se concentró en el impresionante sistema de fortificaciones de Jericó, compuesto por un muro de retención de piedra, de unos cinco metros de altura; una muralla de ladrillos de unos 2 metros y medio, levantada encima de dicha estructura y fortalecida por detrás por un murallón de tierra; y otra muralla más que rodeaba la ciudad. Entre ambas murallas habían indicios de estructuras domésticas o casas, que eran consistentes con la descripción de la casa de Rahab, la ramera, que según el relato del libro de Josué 2:15 se hallaba sobre la muralla. Otro detalle interesante era que en una parte de la ciudad, había grandes pilas de ladrillos en la base del muro, tanto externo como interno, lo que indicaba un desmoronamiento repentino de las fortificaciones. Debió ser emocionante para Garstang comprobar que según todos los indicios los muros habían caído DE DENTRO HACIA AFUERA. Esto era un detalle muy notable, porque cuando son atacadas las ciudades, los muros caen hacia adentro, y no hacia fuera. La causa de la caída debió haber sido un potente temblor de tierra; una vez caídos los muros, debió ser fácil para los invasores ingresar a la ciudad trepándose por las ruinas: también se halló evidencia de un violento incendio de la ciudad. Garstang fechó tales muros en el Bronce reciente o tardío (entre 1400 y 1325 a. de C.). Para concordar los resultados arqueológicos con el texto bíblico, colocó Garstang la fecha del éxodo en tiempos del faraón Amenofis II (1447-1442), y la conquista de Jericó hacia el año 1400. Otro arqueólogo, W. F. Albright, lo fechó entre 1360 y 1320 a. de C. Pero ya por entonces, la tendencia histórica mas corriente fijaba la penetración de Josué en Palestina hacia el año 1200 a. C. la incongruencia era pues notoria, de modo que a fin de solventar estas dificultades se recurrió a la hipótesis de varios éxodos de israelitas de Egipto, ocurridos en lapsos medianamente largos de tiempo.



Diagrama esquemático de una sección del sistema de fortificaciones de la antigua Jericó

Estas divergencias profundas entre arqueólogos tocantes a la fecha de la destrucción de Jericó movieron a la British School of Archaeology y a la American Schools of Oriental Research a emprender nuevas excavaciones, que dirigió la señorita Kathleen Kenyon. Su finalidad principal era zanjar definitivamente las discusiones en torno a la fecha de la destrucción de la Jericó relacionada con Josué. Las excavaciones empezaron en 1952, y como resultado de las investigaciones, se determinó que durante la época de Josué (hacia 1240-1200 a. de C.) NO HABÍA EXISTIDO nunca una ciudad de Jericó con fuertes murallas. El doble muro (muro D) atribuido por Garstang al Bronce reciente, y, por lo mismo, identificado con el que fue destruido en tiempos de Josué, no era más que una parte del complejo sistema defensivo, reconstruido y retocado varias veces durante el tercer milenio (Bronce antiguo). Es decir, aquellas murallas se habían derrumbado unos MIL AÑOS antes de Josué, nada menos (hacia el año 2300 a. de C.), por lo que no podrían relacionarse para nada con el relato bíblico. Tampoco se halló ningún rastro de cerámica en toda el área excavada del Bronce reciente. Los excavadores de Tell el-Sultán perdieron toda esperanza de encontrar la Jericó de Josué. A tenor de los resultados de las exploraciones, durante los años de la conquista de Canaán, no existía Jericó, o al menos no quedaban vestigios arqueológicos de la misma: como si se hubiesen hecho polvillo.


Ahora bien, si en realidad por esos hubo una Jericó con altos muros años ¿por qué no dejó rastro alguno? La misma señorita Kenyon, expuso la hipótesis siguiente: que sobre los restos de la ciudad del bronce medio de 1900-1600 a.C. pudo levantarse otra ciudad más reciente, que desapareció, víctima de la erosión, sin dejar huellas sobre el Tell. ¿Qué de cierto podría tener la hipótesis de la erosión? Efectivamente, es posible que existiese una pequeña población en Jericó por entonces, y que Josué y los israelitas cumplieran con tanta eficacia su tarea destructiva que las ruinas de la ciudad quedaron expuestas a los estragos de la naturaleza y el hombre durante cinco siglos, hasta los días del rey Acab (siglo IX a. C.) cuando fue refundada Jericó por Hiel de Betel (1 Reyes 16.34), de tal suerte que los niveles correspondientes a la edad del bronce tardía que yacían en la superficie, quedaron casi enteramente denudados, e incluso algunos de los niveles más profundos fueron seriamente afectados, al punto de ser completamente erosionada hasta desaparecer. Tal posibilidad no es solamente un punto de vista heurístico u “armonístico”, sino que lo sugieren los vestigios de una considerable erosión en otras aldeas más antiguas de Jericó. Por ejemplo, las tumbas de la edad del bronce media demuestran en forma decisiva la importancia de la Jericó de esta época (el llamado período patriarcal), aunque en el montículo de la ciudad la mayor parte de la ciudad del bronce medio —y aun buena parte de la del bronce temprano que la antecedió— fue erosionada hasta desaparecer entre aprox. 1600 y 1400 a.C. Si los elementos pudieron causar tanto daño en sólo 200 años, resulta fácil comprender cuánto puede haber hecho la erosión natural en el montículo desierto en los 400 años que transcurrieron entre Josué y la nueva fundación de Jericó en tiempos de Acab. Parecería sumamente probable que los restos borrados por las lluvias de la última ciudad de la edad del bronce tardía se encuentren actualmente bajo la carretera moderna y las tierras cultivadas a lo largo del lado oriental del montículo de la ciudad. Es extremadamente dudoso que una excavación (aun cuando fuere permitida) diera muchos resultados en la actualidad. Sabemos que el relato de Josué 3-8, sobre la caída de Jericó, refleja fielmente las condiciones de la zona y su topografía, mientras que la comandancia de Josué está narrada de manera realista.

El arqueólogo Bryant Wood, continuador de las excavaciones en Jericó, al lado de una sección del muro derrumbado de la antigua ciudad.



LA DESTRUCCIÓN DE HAI

Ahora veamos el problema que conllevó la identificación arqueológica de HAI o AY. El Libro de Josué capítulo 8 relata que esta ciudad cananea fue capturada por Josué y su ejército aplicando una hábil estratagema; al igual que Jericó fue pasada al fuego y dejada en ruinas.

Hai fue identificada con las ruinas de et-Tell (en árabe tau, montón, morón, que concuerda con el significado hebreo de Hai) situada tres kms. al sureste de Bet-el. Las excavaciones arqueológicas en et-Tell, practicadas por Judit Marquet Krause durante los años 1933-1935, y en 1964-72 por J. A. Callaway, pusieron al descubierto una ciudad que prosperó en el 3° milenio a.C. La ciudad tenía un fuerte muro, y un templo que contenía tazones de piedra y marfiles importados de Egipto. Las excavaciones demostraron que Hai fue completamente destruida por el fuego hacia el año 2300 antes de Cristo, posiblemente por invasores amorreos, es decir, con mucha anterioridad a la llegada de los israelitas. De la destrucción se salvaron en parte los muros y fortificaciones. A la llegada de los israelitas delante de Hai habíase incluso perdido el nombre de la ciudad, que el texto masorético llama simplemente Hai = la Ruina.

¿Cómo pueden armonizarse estos datos de las excavaciones arqueológicas de Hai con las afirmaciones del Libro de Josué al hablar de Hai y de que el caudillo judío la tomó redujo a un montón de escombros? Algunos autores como Dussaud resuelven la cuestión, diciendo que el relato es legendario, teniendo la finalidad de explicar la existencia del montón impresionante de Hai y atribuirlo a una destrucción de la ciudad por parte de Josué. Por su parte William F. Albright sostuvo que el relato bíblico describía originariamente la destrucción de Betel, acontecida en el siglo XVI a. C.; pero después se localizó en las imponentes ruinas de et-Tell, como una manera de explicar su existencia.

El P. Vincent ha intentado armonizar los datos de la arqueología con los de la Biblia recurriendo a la siguiente hipótesis: la ciudad de Hai había sido efectivamente destruida hacia el año 2300. De su antiguo esplendor quedaban en pie gran parte de las murallas y el esqueleto de sus santuarios y otros edificios públicos. Al amparo de aquellos vetustos escombros se reunieron los cananeos para impedir la penetración de los israelitas en sus ciudades. Aquellas viejas ruinas, reanimadas circunstancialmente por hombres de guerra y otras personas que les acompañaban, dieron la impresión a los israelitas de encontrarse ante una ciudad cananea de vida normal. El autor del libro de Josué habla de Hai como si se tratara de una ciudad en pie, y se complace en usar este apelativo para destacar más la magnitud del triunfo. Hasta aquí Vincent. Esta ingeniosa hipótesis encuentra alguna dificultad en aquellos pasajes (7:5; 8:29) en que se habla de la puerta de la ciudad y del número de hombres y mujeres que mataron los israelitas. Aun cuando es posible ubicar a Hai en algún otro lugar, hasta el momento no se ha ofrecido ninguna solución satisfactoria. La identificación de Hai, con et-Tell, es hasta hoy la más plausible por razones topográficas, y por la correspondencia entre los significados del nombre antiguo y el moderno.
Vista aérea de et-Tell, la antigua HAI

Bueno hasta aquí he expuesto resumidamente los resultados de las excavaciones realizadas en Jericó y Hai, y las hipótesis de quienes han querido concordar los descubrimientos con el relato del libro de Josué.

PARA FINALIZAR …

Ahora bien, es evidente que algunos especialistas han caído en el error de querer concordar a la fuerza el relato del libro de Josué con los descubrimientos arqueológicos. Aunque para ser sincero, la hipótesis de la erosión total de los restos de una Jericó del bronce reciente no me parece tan inverosímil; la teoría del P. Vincent sobre Hai, bueno, se ve a las claras que es pura especulación, pero, dejando de lado todo eso, lo que para mí es interesante comprobar es que ambas ciudades fueron destruidas casi simultáneamente unos mil años antes de lo que el relato bíblico los sitúa, posiblemente por los amorreos, una de esas tribus de semitas nómades, que invadían periódicamente las regiones más fértiles del Cercano Orientes (fines de la edad del bronce temprano, hacia 2300-2100 a.C.); la descripción que hace el relato bíblico de los fuertes muros de Jericó y de su destrucción por el fuego, así como el incendio y la destrucción total de Hai, concuerda perfectamente con lo que la arqueología ha descubierto; pero claro, el problema mayúsculo es que la caída de dichas ciudades ocurrieron muchísimo antes que Josué y los israelitas llegaran allí. ¿Cómo explicar este anacronismo tan marcado? Puede ser que tiempo después, cuando los escribas israelitas registraron los sucesos ocurridos antaño, utilizaron tradiciones orales que trataron de relacionar con los restos materiales que veían; al ver las ruinas imponentes de esas grandes ciudades y al carecer de documentos escritos que registraran tales sucesos, simplemente lo relacionaron con la conquista de Palestina por los israelitas en el siglo XIII a. de C.; es muy verosímil que haya sido así, teniendo en cuenta que lo mismo ha ocurrido en otras ocasiones, como por ejemplo, la interpretación que durante la Edad Media se hizo de los monumentos megalíticos de Stonehenge como si hubiesen sido construidos por los druidas o en época romana, cuando en realidad eran de la época prehistórica; podría citar otros ejemplos más. En todo caso, no debemos pensar que todo ya está todo dicho en investigación arqueológica, pues los estudios continuaran y siempre hay la posibilidad que algún nuevo descubrimiento tire por los suelos lo que hoy consideramos hipótesis más verosímil, y que muchos de los personajes y hechos bíblicos que aun hoy se consideran legendarios puedan comprobarse su existencia arqueológicamente.

Aunque las limitaciones de la arqueología son tales que podría parecer muy optimista esta última posibilidad. No obstante, es necesario tener siempre presente que hasta mediados del siglo XIX se consideraban personajes legendarios los reyes asirios mencionados en la Biblia: TIGLAT-PILESER III (2 Re. 15:29; 16:7-10), SARGÓN (Isaías 20:1) y SENAQUERIB (2 Reyes 18:13 y siguientes) por el solo hecho de que no había otros documentos escritos que los mencionaran; solo se pudo comprobar la historicidad de tales personajes al encontrarse los archivos e inscripciones de dichos reyes en diversas excavaciones realizadas en territorio de la antigua Asiria. Ciertamente que ejemplos como este de la corrobación por parte de la arqueología de lo dicho en la Biblia son innumerables, que ya habrá oportunidad de tratar.
Fuentes:
- Diccionario Bíblico Certeza
- "Y la Biblia tenía razón", de Werner Keller
- Biblia Comentada. Libros Históricos del Antiguo Testamento. Por Luis Arnaldich, O. F. M.
Saludos
Álvaro S. Chiara G.

miércoles, 28 de noviembre de 2007

LA MATANZA DE LOS INOCENTES ¿HECHO HISTÓRICO?

Herodes el Grande (no confundirlo con su hijo Herodes Antipas, ni con su nieto Herodes Agripa I , también mencionados en el NT) es sin duda más conocido a través del Evangelio de Mateo, capítulo 2, donde protagoniza los archiconocidos relatos de la Estrella de Belén, la visita de los magos de Oriente y la matanza de los inocentes. Episodios que únicamente relata este evangelista: ni siquiera en el otro Evangelio que toca el período de la infancia de Jesús, el de Lucas, se menciona ninguno de estos hechos. ¿Se puede considerar históricos estos relatos? La mayoría se inclina por la lógica de la investigación histórica moderna: testis unus testis nullus, es decir, un solo testimonio no sirve. Es más, todo parece indicar que el autor del Evangelio de Mateo se basó en relatos populares, que sin duda tienen cierto fondo verdadero, pero que se fueron distorsionando o agregándose algunos elementos extraños a través del paso del tiempo. Por eso es que a simple vista resalta el parecido con otras historias bíblicas, como la infancia de Moisés por ejemplo: también el Faraón, al igual que Herodes, mandó matar a todos los recién nacidos de los hebreos, pero se salvó Moisés, precisamente el que liberó después al pueblo (Ex 1,8-2,10). En el Tomo V del Diccionario de la Biblia de Jerusalén, edición española 2006, refiriéndose al pasaje de la matanza de los inocentes, sentencia de esta manera “la autenticidad histórica de ese acontecimiento es dudosa”.

Teniendo en cuenta que el evangelista autor del relato se halla basado en relatos con algún sustento histórico-ya que es insostenible aquella afirmación de que los Evangelios son solo “puro cuentos”, como algunos ignorantes suelen decir- la pregunta sería pues ¿cuál sería el origen de este relato tan popular conocido como la “matanza de los inocentes”? Se puede encontrar algunas pistas en la obra del historiador judío Flavio Josefo, que a su vez recoge datos de Nicolás de Damasco que fue biógrafo y consejero de Herodes el Grande. Por lo tanto, el relato que hace Josefo sobre el reinado de Herodes proviene si bien de manera indirecta, de alguien que fue testigo de los hechos.

El episodio relatado por Josefo (en Antiguedades de los judíos XVII, VI, 4), , que podría estar en el origen del relato de la matanza de los inocentes, ocurrió poco antes de la muerte de Herodes. Pero antes vayamos a la cronología de este último suceso. De acuerdo a los datos aportados por el mismo Josefo, se ha fijado la muerte de Herodes unos días antes de la Pascua del año 4 a. d C. (no más de un mes antes, según la teoría más aceptada). Como todos seguramente lo saben muy bien, Jesús nació aproximadamente seis a siete años antes de la fecha “oficial” o año 1 d de C (y eso debido a un error de cálculo del monje medieval encargado de fijar la fecha del Nacimiento), y debía pues tener aproximadamente 2 años cuando murió Herodes.

El hecho que cuenta Josefo es el siguiente: dos doctores de la Ley, de nombres Judas y Matías, incitaron a un grupo numeroso de jóvenes a que derribaran un gran águila romana de oro que Herodes había puesto sobre la puerta del Templo. Como es bien sabido la ley judía aborrece la representación de seres vivos, y peor aun en un lugar santo como es el Templo. Los osados muchachos fueron apresados en el acto y llevados ante Herodes, quien irritado mandó quemar vivos a los cabecillas de la revuelta, junto con algunos participantes más. Aquella misma noche de la ejecución hubo un eclipse de Luna, y cayó el día 13 de Marzo del año 4 a de C, según el calendario juliano. Herodes murió días después de tal eclipse, antes del día de Pascua de ese mismo año, que cayó el 11 de Abril (14 de Nisán). Se ha fijado tentativamente el 1° de abril del 4 a d C como la fecha de su muerte. Es posible que dicho episodio del águila romana hubiese pasado a la memoria popular como “la matanza de los inocentes”, convertida en leyenda de un degüello masivo de infantes.

¿El Evangelista debió entonces acoplar sucesos históricos con otros puramente alegóricos o fantásticos? Coincidencia o no, el episodio de la matanza de Belén por orden de Herodes revela el carácter desconfiado de este rey hacia todo el mundo y siempre temeroso de ser suplantado en el trono, que encaja plenamente con la idea que transmite Josefo acerca de este personaje. En efecto, Herodes tuvo diez esposas, los cuales, con sus hijos, se envolvieron en intrigas, frecuentemente feroces, para asegurarse al menos una parte del poder. Hubo planes, reales o inventados, contra la vida del mismo Herodes, y éste, acosado por sus manías persecutorias nacidas de su carácter celoso y desconfiado, hizo dar muerte sucesivamente a su esposa Mariamne, a la que había amado con pasión, a los dos hijos que había tenido con ella, Alejandro y Aristóbulo, y después a otro de sus hijos, Antípater, cinco día antes de su propia muerte.

Ahora bien, en caso de que el episodio del águila romana no tendría nada que ver con el relato de Mateo: ¿a qué se debería el silencio de Josefo con respecto a este hecho? ¿cómo es que un episodio como ese pudo pasar desapercibido para un historiador como Josefo? A favor de la veracidad del relato evangélico, se considera que el silencio de Josefo no prueba necesariamente que no haya ocurrido. En primer lugar sucede que Josefo se basa primordialmente en un apologista de Herodes como fue el historiador Nicolás de Damasco. Para este, Herodes era su héroe y no se podía esperar que mencionara un hecho como ese. En segundo lugar es creíble que un episodio como ese haya pasado desapercibido y veamos por qué: la traducción del griego de la palabra “anairel”, que se ha traducido como “masacre” o “matanza”, lo mismo se puede traducir para designar el asesinato de varios niños como el asesinato de un solo niño. Fueron los traductores posteriores quienes se encargaron de exagerar las cifras de los “inocentes muertos”, así la Iglesia Ortodoxa Griega dice que fueron 14.000 “inocentes muertos”, la Iglesia Siria habla de 64.000 y los autores medievales elevan esa cifra a 144.000. Pero sucede que la Belén en aquel tiempo tendría cuanto menos unos 2.000 habitantes y como mucho habría aproximadamente 25 ó 30 de niños menores de 2 años. Hay quienes incluso reducen más las cifras y sostienen que por entonces solo debían vivir en Belén unos 500 habitantes, de modo que la cifra de niños de esas edad solo debió ser entre 7 a 15. Tan poca cantidad de víctimas en un reinado tan largo como el de Herodes, de 37 años, caracterizado por crímenes horrendos necesariamente debió pasar desapercibido o carecer de importancia. Como dijo alguien: las crueldades conocidas de Herodes eclipsarán siempre cualquier otro crimen que pudo haber cometido. Existe un relato del escritor Macrobio (inicios del siglo V), que narra que el emperador Augusto, enterado de que entre los niños a los que Herodes había ordenado matar estaba su propio hijo, expresó: "Es mejor ser un puerco de Herodes que su hijo" (Satur. II, 4).


Álvaro S. Chiara G.