Tres evangelistas (Mateo, Marcos y Lucas) atestiguan que durante la crucifixión de Jesús, las tinieblas cubrieron la tierra durante tres horas.
Lucas 23.44: "Era ya cerca de la hora sexta cuando, al eclipsarse el sol, hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora nona".
“Aquel día, dice Jehová, el Señor, haré que se ponga el sol a mediodía: cubriré de tinieblas la tierra en el día claro” Amós 8.9
Hay quienes consideran que dicho relato de los prodigios que ocurrieron durante el día de la Crucifixión son solo de naturaleza alegórica: las tinieblas y el terremoto (de los que no se ha conservado registro documental confiable fuera de la Biblia) serían solo una manera de hacer comprender a los lectores la gran intervención de Dios en el mundo, y el velo rasgado (suceso del que no se menciona nada en la literatura judía) sería un símbolo del libre acceso a Dios logrado por la muerte de Cristo. Pero existen algunos indicios que nos indican que las “tinieblas del día de la crucifixión” podrían ser más que una simple metáfora.
No fue un eclipse de Sol
Jesús murió durante el tiempo de la Pascua Judía (Mateo 26.2), que eran días de luna llena o plenilunio. Según las leyes naturales, los eclipses de sol no ocurren cuando la luna se encuentra en el lado de la tierra que está opuesto al del sol. Por lo tanto, no se puede afirmar que las tinieblas que hubo sobre la tierra en el momento de la muerte de Jesús, hayan sido un eclipse natural de sol. Además, aun si un eclipse natural de sol hubiera sido posible, habría durado sólo unos minutos; no tres horas. El oscurecimiento tendría entonces solo una explicación milagrosa. Modernamente se ha querido identificar tal misterioso fenómeno con una tormenta de arena que coincidentemente suele asolar Judea por los días de abril, es decir en el mes de la crucifixión de Jesús. Pero al ser este un fenómeno natural muy conocido en Tierra Santa no se entiende como los escritores evangélicos no la mencionasen claramente y solo hablen de las tinieblas.
Lo que dicen los apologistas cristianos de los siglos II y III
Lamentablemente la mayor parte de los libros históricos de autores romanos y griegos, así como de judíos que relataban sucesos ocurridos durante el siglo I se han perdido. Es por eso que los testimonios sobre la historia de Palestina de los tiempos de Jesús sean tan escasos; apenas contamos con la obra de Flavio Josefo, quien hace una mención breve de Cristo, la única mención en una obra no cristiana del siglo I, aunque se considera editada por algún copista cristiano. Esto ha sido usado como argumento por algunos para dudar de la existencia histórica de Jesús, aunque hoy por hoy ningún historiador serio asume tal posición extrema, al considerar que los Evangelios por si solos son suficientes para fundamentar la historicidad de Cristo.
Pero sabemos que existieron otros historiadores antiguos, entre paganos y judíos, que indudablemente debieron mencionar a Jesús y a los acontecimientos relacionados con su vida y muerte; los apologistas cristianos a partir del siglo II nos dan algunos indicios de la existencia del testimonio de dichos historiadores de los que por desgracia no conservamos sus obras; asimismo, hacen alusión a documentos y anales oficiales referentes al proceso y la muerte de Jesús, que lamentablemente también se han perdido.
Tertuliano por ejemplo, quien era un notable erudito cristiano y de quien consta que leyera muchísimas obras paganas, consideraba verídica la historia de las tinieblas y en una de sus obras afirmaba:
“Al momento de la muerte de Cristo el sol se oscureció en la mitad de su carrera” y dirigiéndose a los paganos añadía: “Téneis en vuestros archivos el relato de este suceso” (Apología, 21, 20). Archivos que por desgracia se perdieron.
Un mártir cristiano del siglo IV, San Luciano de Antioquía, hablaba así al juez sobre la divinidad de Jesucristo :
“Os cito por testigo al sol mismo que, al ver el crimen de los deicidas, ocultó su luz en la mitad del día. Registrad vuestros anales y encontraréis que en tiempo de Pilato, mientras el Cristo sufría, el sol desapareció y el día fue interrumpido por las tinieblas.”
Orígenes, otro erudito cristiano, en su célebre tratado “Contra Celsum” señala que un escritor romano, Flegón o Flegonte Tralliano (1) del siglo II, hizo referencia sobre las misteriosas tinieblas y el terremoto del día de la crucifixión:
“Sobre el eclipse acontecido en tiempo de Tiberio César, bajo cuyo imperio parece haber sido crucificado Jesús, y sobre los grandes terremotos de entonces, escribió Flegón, creo que en el libro trece o catorce de su Crónica” (II, 33).
“… (Celso) tiene por fantasmagoría lo del terremoto y las tinieblas. A esto respondimos ya anteriormente (II 14,33), según nuestras fuerzas, alegando a Flegón, que cuenta haber acaecido esos fenómenos al tiempo de la pasión de Jesús” (II, 58 ).
La obra de Flegón a la que alude Orígenes era una Historia de las Olimpíadas, que estaba dividida en 16 partes, de la que apenas se ha conservado un pequeño fragmento; por cierto que de los libros 13 y 14 no ha sobrevivido nada y por lo tanto no tenemos absoluta certeza de lo afirmado por Orígenes. Sin embargo no deja de ser inquietante que en otra parte de su libro Orígenes afirme lo siguiente:
“Flegón, en el libro trece o catorce (creo) de su Crónica', atribuyó a Cristo presciencia de algunos acontecimientos futuros” (II, 14).
¿Estamos ante un historiador pagano que menciona a Cristo y los portentos que rodearon a su persona? Lo cual sería sin duda un hecho extraordinario.
Muchos consideran que estas afirmaciones de los apologistas cristianos no son de fiar ya que por ser cristianos habría un claro interés para favorecer su causa, y que bien pudieron aludir sucesos históricos referentes a eclipses y terremotos reales pero haciéndolos encajar a la fuerza con la fecha de la crucifixión (la cual por lo demás, aun hoy no ha sido plenamente fijada ya que existe la disputa entre el 7 de abril del año 30 ó el 3 de abril del año 33, para mencionar solo las fechas más aceptadas). Se considera por ejemplo, que la oscuridad que en tiempos de Tiberio cubrió el mundo y que al parecer causó tanto espanto fue en realidad un eclipse total de Sol que ocurrió el 24 de noviembre del año 29, y que los escritores cristianos debieron confundirla con las tinieblas del día de la crucifixión. Pero no se toma en cuenta que tanto Tertuliano como Orígenes se dirigen a un público más culto y letrado, entre los que se contaban los historiadores paganos de su época, a quienes como es de suponer no se les iba a sorprender de esa manera tan burda. Además como ya quedó dicho desde el comienzo, al haber ocurrido la crucifixión en tiempo de la Pascua judía (o sea en plenilunio o luna llena) no podía ocurrir un eclipse de sol: asimismo, los eclipses suelen durar solo minutos y no horas.
Sobre aquel eclipse del año 29, algo debió comentar el historiador Tácito en sus Anales, que como su nombre lo indica es un relato de año por año de los reinados de los emperadores romanos desde Tiberio hasta Nerón. Pero curiosamente existe una gran laguna en el manuscrito de la parte que corresponde a casi todo el año 29, todo el año 30, hasta muy avanzado el año 31, precisamente el tiempo dentro del cual se suele situar la pasión y muerte de Cristo.
Thallos el Samaritano
Pero la alusión de Flegón Tralliano al parecer no es la única hecha por un escritor no cristiano sobre las misteriosas tinieblas del día de la Crucifixión. Un escritor bizantino del siglo VIII-IX, Jorge Sincelo (Syncellus), autor de una crónica del mundo que abarcaba desde la Creación hasta los días de Diocleciano, cita a un historiador helenista cristianizado del siglo III, llamado Sexto Julio Africano (2), quien mencionaba dicha oscuridad corrigiendo a otro historiador más antiguo, el samaritano Thallos o Talo (siglo I), quien equivocadamente creía que se trataba de un simple eclipse de Sol:
“Hubo tinieblas en todo el mundo, produciéndose la más espantosa oscuridad. Muchas rocas quedaron partidas por la mitad debido al terremoto y muchos lugares en Judea y en otros distritos fueron derribados. Me parece poco razonable que Talo, en el tercer libro de sus historias, intentase justificar estas tinieblas como si hubieran sido debidas a un eclipse solar, puesto que los judíos celebraban la Pascua en el día 14, según la luna y la muerte de su Salvador cae en el día anterior a la Pascua. Pero un eclipse solar es algo que solo se puede producir cuando la luna se encuentra debajo del sol, así que ¿cómo era posible que se hubiese producido un eclipse cuando la luna se encontraba justo delante del sol?” (Julius Africanus, Historiae lib. III).
De Thallos o Talo el samaritano (3), sólo conocemos con certeza que escribió después del año 52 d.C. una historia universal en tres tomos, llamada Historia Siríaca, en idioma griego, que se perdió casi en su totalidad, aunque algunos fragmentos se han conservado por las citas que hicieron algunos autores antiguos y medievales. De acuerdo al contexto en que lo cita Julio Africano, se entiende que Thallos hizo referencia a Jesús y su crucifixión con lo cual estaríamos ante el testimonio más antiguo sobre Cristo, que podamos encontrar fuera del Nuevo Testamento en autores no cristianos. El problema radica en que al no contar con dicha obra de Thallos, no podemos saber cuán confiables puedan ser los datos brindados por los historiadores cristianos. Hay quienes lo descartan de plano por considerarlas parcializadas y hasta inventadas, pero hay mucha razón para no asumir una posición tan drástica. De ser cierto el testimonio de Thallos, ello nos daría el indicio de que la narración de la pasión de Cristo ya era conocida hacia el año 50 entre los nobles romanos, tan conocida, que Thallos, que era samaritano, pensó que se debía impugnar la interpretación de los cristianos, dando una interpretación racional, en este caso como un eclipse de sol lo que aquellos consideraban un portento divino. Es por eso interesante comprobar que a Thallos no se le ocurrió negar el acontecimiento, lo cual indica que debía tratarse de un suceso bastante comentado y notorio.
Para finalizar
Hay quienes consideran que no se debería buscar alguna interpretación racional a hechos que fueron a todas luces milagrosos, y que solo por fe el cristiano debería convencerse de que en realidad ocurrieron. Hace apenas 90 años en Fátima 70 mil espectadores vieron un fenómeno solar que no lo vió ni detectó algún instrumento fuera de esa zona. Los científicos negaron lo que miles de ojos vieron aquel día y se quiso explicar el hecho con la teoría descabellada de las "alucinaciones masivas" (al ser la alucinación algo muy subjetivo no podría ser darse en forma masiva). Hace cerca de 2000 años en un mediodía soleado de pronto la oscuridad cubrió la tierra, tal vez solo en Judea y alrededores, durante tres horas, como si la naturaleza se cubriera de luto por el sacrificio del Hijo de Dios, que en esos momentos agonizaba en la cruz… un fenómeno inexplicable para la mente del hombre.. pero para Dios cuando quiere no le hace falta que el hombre entienda su manera de actuar.
Álvaro S. Chiara G.
NOTAS:
(1) Flegón o Flegonte (Phlegon) era un liberto del emperador Adriano y fue llamado Tralliano, porque ser nativo de Tralles, ciudad de Lidia. Vivió hasta la época del emperador Antonino Pío (siglo II). De él nos queda un tratado bastante corto sobre "aquellos que han vivido mucho tiempo", es decir personas de Italia mayores de 100 años, información que tomó de los censos romanos; otra obra sobre "las cosas maravillosas" en 133 capítulos, la mayor parte muy cortos, en la que habla de fantasmas, profecías, nacimientos monstruosos (como de siameses) y esqueletos de gigantes; asimismo un fragmento de su ya aludida Historia de las Olimpíadas, una obra que abarcaba de la 1º hasta la 229º olimpiada, es decir desde el año 776 a.C. hasta el 137 d.C. Suidas le atribuye también una descripción de Sicilia, una obra sobre las fiestas romanas en tres libros, y una topografía de Roma.
(2) Sexto Julio Africano vivió entre los años 180 y 240; había nacido en Jerusalén (Aelia Capitolina) y no en África. Tenemos pocos datos sobre su vida. Sabemos que viajó mucho por Asia, Egipto, e Italia. Fue oficial en el ejército de Septimio Severo y tomó parte en la expedición contra el principado de Edesa el año 195. Organizó una biblioteca para el emperador Alejandro Severo en Roma, "en el Panteon, cerca de los Baños de Alejandro". En Egipto fue uno de los amigos de Orígenes. Después vivió principalmente en Emaus (Nicópolis), en Palestina, dónde sirvió como prefecto. Su obra más conocida es una cronografía (Crónicas), en cinco libros, que versa sobre historia sagrada y profana desde la Creación (que él fijó en el año 5499 a.C.) hasta sus días (221 d.C), de los que solo nos quedan fragmentos. Basándose en la Biblia para sus cálculos, sincronizó las cronologías egipcia y caldea, la mitología griega y la historia judaica con la cristiandad. Dicha obra fue una mina de información para Eusebio de Cesarea e historiadores posteriores.
(3) Es posible que este Thallos sea idéntico al (Th)allos Samaréus mencionado por Josefo, quien lo describe como un rico liberto de Tiberio que prestó una cuantiosa suma de dinero a Herodes Agripa I poco antes de que éste obtuviera el trono de Judea en el año 41 (Antigüedades de los judíos, XVIII 167), aunque algunos creen que la traducción correcta de “allos Samaréus” sería “otro samaritano”. Este Thallos habría escrito hacia el año 50 su obra histórica en el mismo palacio imperial. El historiador eclesiástico Eusebio de Cesárea dice que dicha Historia abarcaba desde el saco de Troya hasta la 167º olimpiada (Cronicón I. K125.2), es decir hasta el año 109 a.C. aunque se cree que se trata de un error pues el dato al parecer proviene de una traducción armenia, donde se suele confundir mucho la numeración, pues un cambio de un solo carácter se leería en realidad como la 217º olimpiada, lo que se ajusta más con la realidad.
Mateo 27.45 "Desde la hora sexta hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora nona"
Marcos 15.33: "Llegada la hora sexta, hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora nona".
Lucas 23.44: "Era ya cerca de la hora sexta cuando, al eclipsarse el sol, hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora nona".
El oscurecimiento se produjo “entre la hora sexta y la hora nona (o novena)”, es decir entre el mediodía y las tres de la tarde, ya que los judíos contaban las horas desde la salida del sol (a las 6 de la mañana). Inmediatamente después Jesús expiró, y se rasgó de arriba a abajo el velo del Santuario (es decir la cortina que separaba el lugar santo del Templo del Lugar Santísimo o Sancta Sanctorum, donde el Sumo Sacerdote entraba solo una vez al año). Mateo es el único que añade que hubo un gran temblor que hizo partir las rocas y abrir los sepulcros, volviendo a la vida “muchos santos”.
Sin duda los evangelistas consideraban que aquellas tinieblas fueron un cumplimiento de la antigua profecía de Amós:“Aquel día, dice Jehová, el Señor, haré que se ponga el sol a mediodía: cubriré de tinieblas la tierra en el día claro” Amós 8.9
Hay quienes consideran que dicho relato de los prodigios que ocurrieron durante el día de la Crucifixión son solo de naturaleza alegórica: las tinieblas y el terremoto (de los que no se ha conservado registro documental confiable fuera de la Biblia) serían solo una manera de hacer comprender a los lectores la gran intervención de Dios en el mundo, y el velo rasgado (suceso del que no se menciona nada en la literatura judía) sería un símbolo del libre acceso a Dios logrado por la muerte de Cristo. Pero existen algunos indicios que nos indican que las “tinieblas del día de la crucifixión” podrían ser más que una simple metáfora.
No fue un eclipse de Sol
Jesús murió durante el tiempo de la Pascua Judía (Mateo 26.2), que eran días de luna llena o plenilunio. Según las leyes naturales, los eclipses de sol no ocurren cuando la luna se encuentra en el lado de la tierra que está opuesto al del sol. Por lo tanto, no se puede afirmar que las tinieblas que hubo sobre la tierra en el momento de la muerte de Jesús, hayan sido un eclipse natural de sol. Además, aun si un eclipse natural de sol hubiera sido posible, habría durado sólo unos minutos; no tres horas. El oscurecimiento tendría entonces solo una explicación milagrosa. Modernamente se ha querido identificar tal misterioso fenómeno con una tormenta de arena que coincidentemente suele asolar Judea por los días de abril, es decir en el mes de la crucifixión de Jesús. Pero al ser este un fenómeno natural muy conocido en Tierra Santa no se entiende como los escritores evangélicos no la mencionasen claramente y solo hablen de las tinieblas.
Lo que dicen los apologistas cristianos de los siglos II y III
Lamentablemente la mayor parte de los libros históricos de autores romanos y griegos, así como de judíos que relataban sucesos ocurridos durante el siglo I se han perdido. Es por eso que los testimonios sobre la historia de Palestina de los tiempos de Jesús sean tan escasos; apenas contamos con la obra de Flavio Josefo, quien hace una mención breve de Cristo, la única mención en una obra no cristiana del siglo I, aunque se considera editada por algún copista cristiano. Esto ha sido usado como argumento por algunos para dudar de la existencia histórica de Jesús, aunque hoy por hoy ningún historiador serio asume tal posición extrema, al considerar que los Evangelios por si solos son suficientes para fundamentar la historicidad de Cristo.
Pero sabemos que existieron otros historiadores antiguos, entre paganos y judíos, que indudablemente debieron mencionar a Jesús y a los acontecimientos relacionados con su vida y muerte; los apologistas cristianos a partir del siglo II nos dan algunos indicios de la existencia del testimonio de dichos historiadores de los que por desgracia no conservamos sus obras; asimismo, hacen alusión a documentos y anales oficiales referentes al proceso y la muerte de Jesús, que lamentablemente también se han perdido.
Tertuliano por ejemplo, quien era un notable erudito cristiano y de quien consta que leyera muchísimas obras paganas, consideraba verídica la historia de las tinieblas y en una de sus obras afirmaba:
“Al momento de la muerte de Cristo el sol se oscureció en la mitad de su carrera” y dirigiéndose a los paganos añadía: “Téneis en vuestros archivos el relato de este suceso” (Apología, 21, 20). Archivos que por desgracia se perdieron.
Un mártir cristiano del siglo IV, San Luciano de Antioquía, hablaba así al juez sobre la divinidad de Jesucristo :
“Os cito por testigo al sol mismo que, al ver el crimen de los deicidas, ocultó su luz en la mitad del día. Registrad vuestros anales y encontraréis que en tiempo de Pilato, mientras el Cristo sufría, el sol desapareció y el día fue interrumpido por las tinieblas.”
Orígenes, otro erudito cristiano, en su célebre tratado “Contra Celsum” señala que un escritor romano, Flegón o Flegonte Tralliano (1) del siglo II, hizo referencia sobre las misteriosas tinieblas y el terremoto del día de la crucifixión:
“Sobre el eclipse acontecido en tiempo de Tiberio César, bajo cuyo imperio parece haber sido crucificado Jesús, y sobre los grandes terremotos de entonces, escribió Flegón, creo que en el libro trece o catorce de su Crónica” (II, 33).
“… (Celso) tiene por fantasmagoría lo del terremoto y las tinieblas. A esto respondimos ya anteriormente (II 14,33), según nuestras fuerzas, alegando a Flegón, que cuenta haber acaecido esos fenómenos al tiempo de la pasión de Jesús” (II, 58 ).
La obra de Flegón a la que alude Orígenes era una Historia de las Olimpíadas, que estaba dividida en 16 partes, de la que apenas se ha conservado un pequeño fragmento; por cierto que de los libros 13 y 14 no ha sobrevivido nada y por lo tanto no tenemos absoluta certeza de lo afirmado por Orígenes. Sin embargo no deja de ser inquietante que en otra parte de su libro Orígenes afirme lo siguiente:
“Flegón, en el libro trece o catorce (creo) de su Crónica', atribuyó a Cristo presciencia de algunos acontecimientos futuros” (II, 14).
¿Estamos ante un historiador pagano que menciona a Cristo y los portentos que rodearon a su persona? Lo cual sería sin duda un hecho extraordinario.
Muchos consideran que estas afirmaciones de los apologistas cristianos no son de fiar ya que por ser cristianos habría un claro interés para favorecer su causa, y que bien pudieron aludir sucesos históricos referentes a eclipses y terremotos reales pero haciéndolos encajar a la fuerza con la fecha de la crucifixión (la cual por lo demás, aun hoy no ha sido plenamente fijada ya que existe la disputa entre el 7 de abril del año 30 ó el 3 de abril del año 33, para mencionar solo las fechas más aceptadas). Se considera por ejemplo, que la oscuridad que en tiempos de Tiberio cubrió el mundo y que al parecer causó tanto espanto fue en realidad un eclipse total de Sol que ocurrió el 24 de noviembre del año 29, y que los escritores cristianos debieron confundirla con las tinieblas del día de la crucifixión. Pero no se toma en cuenta que tanto Tertuliano como Orígenes se dirigen a un público más culto y letrado, entre los que se contaban los historiadores paganos de su época, a quienes como es de suponer no se les iba a sorprender de esa manera tan burda. Además como ya quedó dicho desde el comienzo, al haber ocurrido la crucifixión en tiempo de la Pascua judía (o sea en plenilunio o luna llena) no podía ocurrir un eclipse de sol: asimismo, los eclipses suelen durar solo minutos y no horas.
Sobre aquel eclipse del año 29, algo debió comentar el historiador Tácito en sus Anales, que como su nombre lo indica es un relato de año por año de los reinados de los emperadores romanos desde Tiberio hasta Nerón. Pero curiosamente existe una gran laguna en el manuscrito de la parte que corresponde a casi todo el año 29, todo el año 30, hasta muy avanzado el año 31, precisamente el tiempo dentro del cual se suele situar la pasión y muerte de Cristo.
Thallos el Samaritano
Pero la alusión de Flegón Tralliano al parecer no es la única hecha por un escritor no cristiano sobre las misteriosas tinieblas del día de la Crucifixión. Un escritor bizantino del siglo VIII-IX, Jorge Sincelo (Syncellus), autor de una crónica del mundo que abarcaba desde la Creación hasta los días de Diocleciano, cita a un historiador helenista cristianizado del siglo III, llamado Sexto Julio Africano (2), quien mencionaba dicha oscuridad corrigiendo a otro historiador más antiguo, el samaritano Thallos o Talo (siglo I), quien equivocadamente creía que se trataba de un simple eclipse de Sol:
“Hubo tinieblas en todo el mundo, produciéndose la más espantosa oscuridad. Muchas rocas quedaron partidas por la mitad debido al terremoto y muchos lugares en Judea y en otros distritos fueron derribados. Me parece poco razonable que Talo, en el tercer libro de sus historias, intentase justificar estas tinieblas como si hubieran sido debidas a un eclipse solar, puesto que los judíos celebraban la Pascua en el día 14, según la luna y la muerte de su Salvador cae en el día anterior a la Pascua. Pero un eclipse solar es algo que solo se puede producir cuando la luna se encuentra debajo del sol, así que ¿cómo era posible que se hubiese producido un eclipse cuando la luna se encontraba justo delante del sol?” (Julius Africanus, Historiae lib. III).
De Thallos o Talo el samaritano (3), sólo conocemos con certeza que escribió después del año 52 d.C. una historia universal en tres tomos, llamada Historia Siríaca, en idioma griego, que se perdió casi en su totalidad, aunque algunos fragmentos se han conservado por las citas que hicieron algunos autores antiguos y medievales. De acuerdo al contexto en que lo cita Julio Africano, se entiende que Thallos hizo referencia a Jesús y su crucifixión con lo cual estaríamos ante el testimonio más antiguo sobre Cristo, que podamos encontrar fuera del Nuevo Testamento en autores no cristianos. El problema radica en que al no contar con dicha obra de Thallos, no podemos saber cuán confiables puedan ser los datos brindados por los historiadores cristianos. Hay quienes lo descartan de plano por considerarlas parcializadas y hasta inventadas, pero hay mucha razón para no asumir una posición tan drástica. De ser cierto el testimonio de Thallos, ello nos daría el indicio de que la narración de la pasión de Cristo ya era conocida hacia el año 50 entre los nobles romanos, tan conocida, que Thallos, que era samaritano, pensó que se debía impugnar la interpretación de los cristianos, dando una interpretación racional, en este caso como un eclipse de sol lo que aquellos consideraban un portento divino. Es por eso interesante comprobar que a Thallos no se le ocurrió negar el acontecimiento, lo cual indica que debía tratarse de un suceso bastante comentado y notorio.
Para finalizar
Hay quienes consideran que no se debería buscar alguna interpretación racional a hechos que fueron a todas luces milagrosos, y que solo por fe el cristiano debería convencerse de que en realidad ocurrieron. Hace apenas 90 años en Fátima 70 mil espectadores vieron un fenómeno solar que no lo vió ni detectó algún instrumento fuera de esa zona. Los científicos negaron lo que miles de ojos vieron aquel día y se quiso explicar el hecho con la teoría descabellada de las "alucinaciones masivas" (al ser la alucinación algo muy subjetivo no podría ser darse en forma masiva). Hace cerca de 2000 años en un mediodía soleado de pronto la oscuridad cubrió la tierra, tal vez solo en Judea y alrededores, durante tres horas, como si la naturaleza se cubriera de luto por el sacrificio del Hijo de Dios, que en esos momentos agonizaba en la cruz… un fenómeno inexplicable para la mente del hombre.. pero para Dios cuando quiere no le hace falta que el hombre entienda su manera de actuar.
Álvaro S. Chiara G.
NOTAS:
(1) Flegón o Flegonte (Phlegon) era un liberto del emperador Adriano y fue llamado Tralliano, porque ser nativo de Tralles, ciudad de Lidia. Vivió hasta la época del emperador Antonino Pío (siglo II). De él nos queda un tratado bastante corto sobre "aquellos que han vivido mucho tiempo", es decir personas de Italia mayores de 100 años, información que tomó de los censos romanos; otra obra sobre "las cosas maravillosas" en 133 capítulos, la mayor parte muy cortos, en la que habla de fantasmas, profecías, nacimientos monstruosos (como de siameses) y esqueletos de gigantes; asimismo un fragmento de su ya aludida Historia de las Olimpíadas, una obra que abarcaba de la 1º hasta la 229º olimpiada, es decir desde el año 776 a.C. hasta el 137 d.C. Suidas le atribuye también una descripción de Sicilia, una obra sobre las fiestas romanas en tres libros, y una topografía de Roma.
(2) Sexto Julio Africano vivió entre los años 180 y 240; había nacido en Jerusalén (Aelia Capitolina) y no en África. Tenemos pocos datos sobre su vida. Sabemos que viajó mucho por Asia, Egipto, e Italia. Fue oficial en el ejército de Septimio Severo y tomó parte en la expedición contra el principado de Edesa el año 195. Organizó una biblioteca para el emperador Alejandro Severo en Roma, "en el Panteon, cerca de los Baños de Alejandro". En Egipto fue uno de los amigos de Orígenes. Después vivió principalmente en Emaus (Nicópolis), en Palestina, dónde sirvió como prefecto. Su obra más conocida es una cronografía (Crónicas), en cinco libros, que versa sobre historia sagrada y profana desde la Creación (que él fijó en el año 5499 a.C.) hasta sus días (221 d.C), de los que solo nos quedan fragmentos. Basándose en la Biblia para sus cálculos, sincronizó las cronologías egipcia y caldea, la mitología griega y la historia judaica con la cristiandad. Dicha obra fue una mina de información para Eusebio de Cesarea e historiadores posteriores.
(3) Es posible que este Thallos sea idéntico al (Th)allos Samaréus mencionado por Josefo, quien lo describe como un rico liberto de Tiberio que prestó una cuantiosa suma de dinero a Herodes Agripa I poco antes de que éste obtuviera el trono de Judea en el año 41 (Antigüedades de los judíos, XVIII 167), aunque algunos creen que la traducción correcta de “allos Samaréus” sería “otro samaritano”. Este Thallos habría escrito hacia el año 50 su obra histórica en el mismo palacio imperial. El historiador eclesiástico Eusebio de Cesárea dice que dicha Historia abarcaba desde el saco de Troya hasta la 167º olimpiada (Cronicón I. K125.2), es decir hasta el año 109 a.C. aunque se cree que se trata de un error pues el dato al parecer proviene de una traducción armenia, donde se suele confundir mucho la numeración, pues un cambio de un solo carácter se leería en realidad como la 217º olimpiada, lo que se ajusta más con la realidad.